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Hace un tiempo veía una ilustración que era de un hombre que debía cargar una cruz a lo largo de su vida, la cruz no era otra cosa que las experiencias que debía pasar, pero ante cada vivencia el hombre volteaba a Dios pidiéndole que hiciera más pequeño su calvario, o lo que es lo mismo, su cruz.

Dios oyó sus plegarias y en el pecado le dio la penitencia. Concedió al hombre exactamente lo que éste deseaba, así pasó que tiempo después tuvo que enfrentar una gran prueba, cruzar un gran abismo, sin embargo su cruz era tan pequeña que no le permitió llegar de un lado a otro y ya no pudo avanzar.

Este ejemplo de cómo obra el Padre, nos da una analogía de cómo obrar como padres. De eso trata un poco la paternidad, de tener la capacidad para preparar a los hijos para que tengan el carácter suficiente para llevar su cruz y usarla a su favor. De no privar a nuestros hijos de frustraciones, de manera que cuando la vida se los exija cuenten con lo necesario para abrirse camino.

Hoy día los hijos aspiran —y la sociedad promueve— padres que se semejen más a hadas madrinas, que deben saber qué piensan, qué quieren, qué necesitan, qué les pasa, pero que al momento de pedir cuentas, la más mínima exigencia hace saltar enseguida sus derechos.

Niños y jóvenes deben ser educados con responsabilidad, y como padres es necesario saber qué clase de persona deseamos que sean nuestros hijos. Es cierto que las cosas que no se planean superan siempre las expectativas, pero eso es porque no tenemos expectativas. Como padres lo mejor es ir siempre a la segura, con el futuro de nuestros hijos no se juega.

Lo que les inculquemos en su infancia y juventud serán las herramientas que cuando inicien su propio camino les permitirán tener la capacidad de hacerlo sin temor, titubeos, ni perder el rumbo.

Un hijo que no es probado en su carácter, que no les enseñamos cómo enfrentar retos, situaciones adversas, que es educado en la idea de que papá y mamá están para resolverles la vida crecerá de seguro como adultos negligentes e insensatos, es por ello que como padre:

1. Mantente cerca

Ser cercano a tus hijos te permitirá estar pendiente de cómo va su desarrollo físico y emocional, y les dará la seguridad de saber que si acaso sucede alguna cosa, tú estarás allí para protegerlo, aconsejarlo o simplemente apoyarlo.

2. No seas controlador

Asfixiar a tus hijos lo único que logrará será anularlos como personas y eso no es sano. Les hará sentir que no confías en ellos y que no pueden solos.

3. No lastimes sus sentimientos

En una ocasión un niño maltratado me decía que lo que más le dolía no eran los golpes de su papá, que ese dolor pasaba, las cosas que le decía, esas no podía olvidarlas. No estoy diciendo que los golpes sean menos malos, uno y otro no son formas de educar, sólo digo que pongamos mucho cuidado en nuestras palabras, porque a veces con la idea de que no dejan marcas físicas, creemos que no dañan.

4. Sé comprensivo

Comprender es entender, es ponerse en los zapatos del otro. Antes de pronunciarte siempre procura ver todos los ángulos de una situación, y nunca mejor que con tus propios hijos. Respira y busquen juntos las soluciones.

5. Comunícate, pero sé firme

La comunicación no trata sólo de hablar, sino de escuchar. Enseña ambas cosas a tus hijos, a que se expresen sin temor, y escuchen con atención. No es imponer nuestra santa voluntad, pero tampoco mostrarnos débiles, ello hará que nos vean como poco confiables. No es tener la última palabra, simplemente que tu palabra valga.

6. No trasmitas prejuicios

La intolerancia y los prejuicios son la base de muchas de las cosas que están mal en el mundo, por favor deja que tus hijos saquen sus propias conclusiones, enséñalos a pensar sin juzgar por adelantado.

7. Protege sin abrumar

Una cosa es cuidar y velar por la seguridad de tus hijos, y otra es no permitirles que cometan sus propios errores. Imagina que eres una cámara de vídeo vigilancia, estate siempre pendiente, pero eso no quiere decir que tengas que intervenir.

8. Sé paciente

La paciencia es una virtud que debemos cultivar empezando por nosotros mismos, y enseñarla a nuestros hijos. Buscar resultados inmediatos no permite disfrutar el proceso de las cosas, ni el presente, ni dar tiempo para procesar lo que estamos viviendo.

9. Estipula reglas

Las reglas no son sólo para romperse, sino que tienen una más importante función. Las reglas ayudan a mantener la armonía y el orden dentro de cualquier estructura, y la familia no es la excepción.

10. Pon límites

Todo padre debe ser consiente de la importancia de los límites en la vida de los hijos, y como tal debe aplicarlos, cuidando siempre no ser arbitrario, y es obligación de los hijos acatar estos dichos.

En la crianza de los hijos entran muchísimos aspectos. Éstos, bien manejados, dan como resultado personas sanas físicas y emocionalmente, que a lo largo de sus vidas alcanzarán su máximo potencial dependiendo siempre de las expectativas que cada cual tenga.

Recuerda cultivar la habilidad para hacer que tus hijos más que obedecer por obligación, lo hagan por convicción; la comunicación es clave para que mediante el entendimiento se dé el convencimiento, partiendo siempre de la máxima de Pitágoras: «Educar no es dar carrera para vivir, sino templar el alma para las dificultades de la vida»

 

Vía Familias.com

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