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En las redes sociales llama la atención un nuevo reto dirigido a niños y adolescentes, es el denominado “Reto de la Ballena Azul”. Este, consiste en un “macabro” juego en el que, a través de Facebook y Whatsapp, los participantes son desafiados a cumplir 50 objetivos. Estos se van complejizando hasta llegar al último en el que el reto es “morir”. Los participantes, niños y adolescentes, deben compartir datos personales y familiares, y cuando están en el juego son atrapados por la amenaza de que van a lastimarlos.

En Internet se pueden encontrar páginas o juegos que incitan a la autoagresión, generalmente por cortes. Sin embargo, lo que llama la atención de este juego en particular, son las cortadas profundas y sangrantes. Además, del temor que presentan los jóvenes de frenar el reto por las posibles represalias hacia su familia.

Los jóvenes y niños más vulnerables a ser enganchados en este tipo de “juegos” son aquellos que están solos, con estados anímicos depresivos, que han sido víctimas de acoso escolar, con baja autoestima, con antecedentes de cortes o autoagresiones y que tienden a hacer publicaciones en sus muros sobre sus estados de ánimo y de soledad. También podemos encontrar aquellos jóvenes que incluyen en sus perfiles retos desafiantes y que pasan conectados en altas horas de la noche.

Etapas vulnerables

La edad de la adolescencia es otro punto de fragilidad. El adolescente busca constantemente la aceptación y la pertenencia, la identificación a un grupo que le brinde un reconocimiento. Cuando el adolescente no ha logrado construir una pertenencia y además se encuentra solo, sin un acompañamiento y/o soporte familiar resulta mucha más sencillo ser perpetrados por este tipo de retos.

Asimismo, ocurre que los padres y adultos en general no conocen del riesgo presente en las redes sociales. Conjuntamente, no saben con quiénes interactuan sus hijos, ni a qué grupos sociales pertenecen. En el ámbito familiar hay un desconocimiento de las interacciones sociales que tiene el joven desde su tablet o smarthphone. Otro factor muy presente en la actualidad, y que influye en que los jóvenes sientan soledad o desamparo, son las separaciones familiares. Igualmente, la ausencia de valores o ideales que puedan ser una brújula en momentos difíciles.

Los padres o adultos que acompañan a los jóvenes y niños pueden observar los llamados de atención en sus hijos cuando cambian su forma de vestir o actúan de manera extraña, que pueden responder a conductas referentes a los retos que se les exige cumplir. Estas, no necesariamente son autoagresivas o suicidas, pero no es la actitud típica del joven. Otros comportamientos que se presentan son el aislamiento, el establecer como única relación los aparatos electrónicos y las tendencias a buscar sectas de tipo satánica, etc.

Es importante que los padres y familiares mantengan una buena comunicación con los chicos. Así también si notan cambios en las actitudes de sus hijos traten de recurrir a los profesionales sin esperar a que se presenten conductas más graves como las autoagresivas o suicidas. Es necesario estar atentos de lo que sucede con sus hijos, quiénes son sus amigos, en qué redes están, en qué consisten, para poder protegerlos y ponerles límites.

Es pertinente que los padres limiten el uso de los dispositivos electrónicos y de las redes sociales, por ejemplo, para niños menores de 13 años no tiene sentido que estén involucrados desde tan pequeños. Después de esa edad es indispensable que el adulto haga un constante acompañamiento. Sabemos que con los adolescentes es más complicado prohibirles el contacto con la tecnología en una época cuyo uso es generalizado. Sin embargo, es imperante estar con ellos en esta etapa de cambios y desarrollo.

Por: Mgs. Lucía Pimentel

Instituto de Neurociencias

Junta de Beneficencia de Guayaquil

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