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Es el final de un largo día. Acabas de llegar a casa del trabajo, completamente exhausta. Entonces, tu hijo comienza a lloriquear sin parar. Quiere un pedazo de pastel de chocolate antes de cenar. Le dices que no. “Me lo prometiste”, dice. “Me dijiste que podría comerlo cuando llegara a casa”. Le dices que espere hasta después de cenar. Entonces se para frente a ti. “¡Lo quiero ahora, ahora mismo!”. Cierras los ojos y respiras. Esta prueba de paciencia termina volviéndose un bullying momentáneo. Estás siendo agredida y degradada verbalmente por tu propio hijo. ¿Qué haces?

Normalmente, los padres eligen una de estas tres respuestas: rendirse, castigar o negociar, pero te damos otras 3 opciones que podrías elegir:

1. Evitar el conflicto

En momentos de bullying, los padres muchas veces reaccionan impulsivamente y aumentan el conflicto. Es vital mantener la compostura y el liderazgo en tales momentos. Si el conflicto se agrava, aprieta el botón de pausa, toma un momento y dale a todos una oportunidad para calmarse. Cuando los niños están en estado de intensa frustración, no se puede argumentar con ellos. Si lo intentas, sólo aumentarás aún más su frustración.

2. Validar sentimientos

Nunca te equivocarás al validar los sentimientos de tu hijo: “Yo entiendo que estás frustrado. Yo también lo estoy”.  “Puedo ver que estás molesto. Dame 10 minutos de silencio para pensar mejor en ello”. “Vamos a comer algo antes de hablar sobre eso”.

Los niños responden positivamente cuando reconoces sus sentimientos. Se calman inmediatamente. Durante la pausa, pregúntate a ti misma. “¿Qué podría estar causando el bullying de mi hijo? ¿Está cansado? ¿Tiene hambre? ¿Fue un largo día para todos?”.

3. Resaltar sus puntos fuertes

Después de pensar en la decisión que tomarás, defiende tu territorio. No modifiques nada para que tu hijo no te pruebe e insista aún más. A lo largo del camino, asegúrate de elogiar los puntos fuertes de tu hijo: “Yo sé que eso fue difícil para ti. Estoy orgullosa de la forma como estás expresándote ahora”.

Al reforzar los puntos fuertes de tu hijo aumentarás su confianza y volverás la comunicación más gratificante que la discusión.

 

Fuente: Aleteia

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