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Esta frase es del científico Albert Einstein: «Todo aquel que está seriamente comprometido con el cultivo de la ciencia, llega a convencerse de que en todas las leyes del universo está manifiesto un espíritu infinitamente superior al hombre, y ante el cual, nosotros con nuestros poderes debemos sentirnos humildes”.

Ahora, esta frase cobra aún más relevancia con el contenido de una carta con la que daba respuesta a una niña que le hizo la siguiente pregunta: «¿rezan los científicos?».

Según una información publicada en el diario La Vanguardia el pasado 1 de diciembre con el título Las diez cartas más sorprendentes de la historia. En el breve escrito que Einstein dirige a la niña, el científico afirma que «la dedicación a la ciencia conduce a un sentimiento religioso un tanto especial».

La creencia en un «espíritu superior»

Todo aquel que se dedica seriamente a la ciencia termina convencido de que algún espíritu se manifiesta en las leyes del universo, un espíritu muy superior al del hombre.

Así pues, fruto de ese sentimiento, añade que quien se dedica «seriamente» a la ciencia «termina convencido de que algún espíritu se manifiesta en las leyes del universo, un espíritu muy superior al del hombre».

Estos son algunos de los fragmentos de esa carta, que data del 24 de enero de 1936, reproducidos por La Vanguardia sobre lo que Einstein contestó a la niña y que apunta a que el científico sí creía en Dios:

«Estimada Phyllis: (…) Los científicos creen que todo cuanto sucede, incluidos los asuntos de los seres humanos, se debe a las leyes de la naturaleza. Por consiguiente, un científico no tenderá a creer que el curso de los acontecimientos pueda verse influido por la oración, es decir, por la manifestación sobrenatural de un deseo. 

No obstante, hemos de admitir que nuestro conocimiento real de esas fuerzas es imperfecto, de manera que, al final, creer en la existencia de un espíritu último y definitivo depende de una especie de fe. Es todavía una creencia generalizada incluso ante los logros actuales de la ciencia. 

Al mismo tiempo, todo aquel que se dedica seriamente a la ciencia termina convencido de que algún espíritu se manifiesta en las leyes del universo, un espíritu muy superior al del hombre. Así, la dedicación a la ciencia conduce a un sentimiento religioso un tanto especial, sin duda muy diferente de la religiosidad de alguien más cándido. Saludos cordiales, A. Einstein”.

Las diez cartas más sorprendentes de la historia son sólo una muestra de las Cartas memorables (Editorial Salamandra), una selección de más de cien misivas, tanto de gente anónima como de personajes célebres, que ha seleccionado el inglés Shaun Usher (St.Albans, 1978), un coleccionista de la correspondencia y responsable del blog Letters of Note.

En el libro aparecen escritos que van desde la reina Isabel II a Groucho Marx, pasando por Jack el Destripador, Fidel Castro, el sobrino de Hitler, Dostoievski, Charles Darwin, Mick Jagger, Leonardo da Vinci o el propio Einstein.

 

Vía Aleteia

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