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Debemos preocuparnos ante el creciente número de jóvenes que se autolesionan en la sociedad actual.

A diario, dentro de consulta recibimos casos de adolescentes o jóvenes que se han realizado o practicando autoflagelaciones. En muchos casos sus familiares lo desconocen, pero los que están al tanto lo menosprecian por falta de conocimiento. Asumen que “con fuerza de voluntad se puede dejar”, “que es por malas compañías”, “que lo hace por moda” o “que está llamando la atención”. Son muchos los puntos de vista considerados, pero lo cierto es que desconocen la realidad detrás de esta problemática.

Primeras señales

Lo preciso es que el chico sea atendido antes de que inicie una conducta autolesiva, para esto se deben considerar los “síntomas iniciales”. Estos, son características que pueden ser levemente perceptibles como el descuido en la apariencia personal o su excesivo cuidado, una forma obsesiva ante la necesidad de recibir aprobación del otro. También el verbalizar contenido despectivo sobre sí mismo o su vida, menospreciando sus logros por ser menos importantes. Además de las manifestaciones de sufrimiento por situaciones presentes o del pasado, sumado a ideas constantes de autodaño o creer que el dolor es gratificante.

Otro punto es el interés hacia contenido audiovisual sobre dolor, terror o muerte y la pérdida o escaso sentido de pertenencia. Si se reconocen estos “síntomas iniciales” el individuo debe ser atendido por un equipo multidisciplinario en salud mental, permitiendo disminuir posibles incidencias de conductas autolesivas.

No descuidar las bases

La base para la consistencia y el adecuado desempeño de los recursos personológicos en el sujeto es la autoestima. Aquella instancia psicológica que se forma desde los primeros momentos de vida y que forja la personalidad. Es en el hogar nuclear donde se dan los cimientos de confianza, seguridad, amor propio, valoración, aceptación, pertenencia, que contribuirán a que la autoestima se fortalezca en el niño. Y son los padres los responsables de que esta se forme con bases sólidas.

Lamentablemente hay ocasiones en que a través de castigos no apropiados o la utilización de términos despectivos o comparación con pares, se provoca una pérdida en esta instancia. Si bien, esta puede reconstruirse, a pesar de lo sucedido en la etapa infantil, siempre dependerá de la capacidad de manejo ante situaciones adversas de cada persona, lo que se denomina como resiliencia.

Siendo especialistas en salud mental sabemos que este proceso no se da en todas las personas y por lo que se evidencian diferentes patologías o síndromes, como las autolesiones.

Por: Psi. Clínica. Jéssica Rodríguez

Pabellón Infanto – Juvenil.

Instituto de Neurociencias

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