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A medida que los niños se apropian del lenguaje, las preguntas comienzan a surgir como chorros de letras, que llenan el espacio. La maravillosa curiosidad infantil ha llegado.

Alrededor de los tres años, los niños comienzan a investigar el entorno que los rodea. Algunos logran satisfacer su curiosidad en unos segundos, otros necesitan más tiempo para descubrir y apropiarse del mundo. Su curiosidad insatisfecha muchas veces se llena de interrogantes, y comienza el tiempo de las preguntas: ¿Por qué estas flores huelen así?, ¿por qué son tan suaves?, ¿y ésta que me pincha en la piel, por qué?

Tantas preguntas pueden irritar a los adultos atareados en sus responsabilidades, o quizás dejarlos paralizados. Quizás alguno de tus hijos sale corriendo a tocar todos los gatos del vecindario, o pasa horas mirando una mariposa, mientras tú intentas llegar temprano al trabajo.

A medida que los niños se apropian del lenguaje, las preguntas comienzan a surgir como chorros de letras, que llenan el espacio. Adoran las cacofonías, las entonaciones, el sonido de ciertas palabras y el ritmo los enloquece. Todo esto sumado a su curiosidad, genera un tiempo de dudas y misterios por resolver. Así, entre los tres y nueve años de edad, la curiosidad infantil afortunadamente se instala para quedarse, como muestra de un buen desarrollo.

Tu hijo está esperando las respuestas

A veces no tendrás todas las respuestas a sus interrogantes, pero trata de resolverlas lo mejor que puedas. Sé honesta y responde sencillamente. Si en ese momento no sabes que decir, dile que al llegar a casa vas a buscar la información. De este modo, estarás inculcándole el hábito de buscar datos, resolver dudas y deseos de aprender.

Utiliza un lenguaje sencillo, no le des información compleja y utiliza imágenes en lo posible. Sé paciente. Disfruta de estos momentos para establecer un diálogo y transmitirle valores, así como para enseñarle nuevas palabras y conocimientos.

¿Siempre debes responder?

No le reprimas su curiosidad. Di la verdad, expresa con franqueza y ternura que estás ocupada, que en este momento no puedes darle la respuesta pero que cuando estés lista vas a responderle. Por favor, no dejes de hacerlo, de ese modo también aprenderá a confiar en ti, ¡además de saberte humana! A medida que crezca sabrá que tú siempre has estado allí para responderle, y de adolescente menos probabilidad habrá de que recurra a terceros.

No te cierres ante preguntas sobre el sexo u otros temas delicados

Es importante que hables de sexualidad de acuerdo a su nivel y su curiosidad. Si te pregunta, ¿cómo nacen los bebés?, no le des una lección de anatomía y explicaciones pomposas. Quizás si te pregunta algo que desconoces, invítale a buscar juntos la explicación. Sé honesta y demuestra que tú también necesitas seguir aprendiendo. No trates de silenciarlo sólo por ocultar tu desconocimiento. No lo regañes por explorar su cuerpo. Actúa con naturalidad y no pongas cara de viernes trece; aprovecha ese momento para explicarle dónde, cuándo y cómo deben hacerlo.

Recuerda volver a hablar del tema luego de unos días, no creas que con una sola conversación hayan asimilado todo. Los niños aprenden en pequeñas dosis, de modo que retoma el diálogo y pregúntale qué recuerda de lo hablado y si desea aprender más. Es ésta una excelente oportunidad para afirmar sus valores y creencias.

Disfruta de la curiosidad de tus hijos, y no intentes detener su hermoso impulso de buscar información sobre el mundo que lo rodea.

 

Vía Familias.com

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