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Leo sobre un músico que sufrió abusos sexuales de muy pequeño y decidió contarlo todo en un libro con pelos y señales. No he leído el texto pero, por los pequeños trozos que aparecen en la noticia, parece bastante truculento, duro y obviamente lleno de dolor. Según se cuenta ganó un juicio a su mujer que se oponía a la publicación para evitar que su hijo de 12 años con síndrome de Asperger sufriera al leerla, se confundiera o algo así.

No juzgo las intenciones del autor y me parece muy comprensible que intente paliar en algo el dolor por esta terrible injusticia contándolo todo. Probablemente esté convencido de que haciéndolo ayudará a evitar que estas cosas le ocurran a otros. Pero algo no me cierra. Trato de precisar qué es.

Una persona abusada necesita tres cosas: justicia, reparación y perdón.

Se me ocurre que hay un exceso de sinceridad, un afán de confesión pública que no parece ser muy sano ni ayudar a curar la inmensa herida que puede dejar en el alma un abuso de esa naturaleza. Pienso en esa mujer y en ese niño. Por lo menos ella debe sentir que esta catarsis pública es un acto de egoísmo que no respeta la intimidad del hijo de ambos, y razón no le falta. Ella misma como esposa se ve obviamente involucrada, juzgada de alguna manera. No se sabe si el niño tenga la madurez para asimilar tal noticia sobre su padre.

Por otro lado si alguien que ha sufrido algo así no lo quiere contar públicamente ¿Estaría participando de  un ocultamiento perverso? ¿Estaría siendo silenciado contra su voluntad? No necesariamente. Como lo dijo en su momento el Papa Benedicto una persona abusada (especialmente en el caso de abuso sexual) necesita tres cosas: justicia, reparación y perdón. Es decir que el abusador sea castigado con justicia, que la víctima reciba de la sociedad o de las personas responsables lo necesario para continuar su vida de la mejor manera posible y que se le ayude a perdonar. Solo el perdón cura totalmente.

Las tres cosas implican hablar de todas maneras, pero la prudencia dicta con quién, dónde, cuándo, con qué objetivo. El simple desahogo público -comprensible, repito- no es necesariamente un camino de justicia, reparación y perdón. Queda claro también que el silencio lleno de miedo por parte de los que han sufrido los abusos o el silencio cómplice, perverso o estúpido, de parte de los responsables, intoxica a las víctimas y con ellas a la sociedad entera.

 

Por: Mag. José Manuel Rodríguez Canales
Director Académico del Instituto para el Matrimonio y la Familia
http://roncuaz.blogspot.com/

 

 

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