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Llegas a casa agotado, deseando quitarte los zapatos y tumbarte en el sofá a ver la tele o leer el periódico. No está mal. Pero existe algo mejor.

Imagínate esto.

Llegas a casa. Tu hijo pequeño sale cual rayo veloz a recibirte y tirarse a tus brazos. Lo llenas de besos y le haces cosquillas.

Luego saludas a tu pareja con un abrazo sincero, de esos que dicen que te alegras de que acabe el día para volver a verla.

Después te diriges a la habitación de tu hijo adolescente, estudiando con los cascos puestos. Se los quitas y le regalas una sonrisa (los más afortunados, también un beso) y una caricia en el pelo.

El sofá sigue estando en tu sitio y te está esperando. Pero ahora es diferente. Cuando te sientes en él, previamente habrás dicho a tu familia en 3 minutos que volver a casa es un privilegio porque están ellos y ellos son tu vida.

Cambia de rutina. Así se convierte una casa en un hogar.

 

Vía: solohijos.com

 

 

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