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Grandes esfuerzos educativos se han realizado para remediar la situación global de la ecología, pero los resultados no han sido tan significativos. Entonces, ¿por qué la actual educación ecológica no ha conllevado un mejoramiento del medio ambiente?

El problema de fondo

Una de las principales causas de la destrucción del medio ambiente es el comercio desmedido, que exige cada vez mayor cantidad de materias primas para satisfacer a millones de consumidores insaciables.

Otro factor menos perceptible quizá del deterioro ecológico, es el predominio de una cultura individualista que, por estar centrada en sus propios intereses, deja de lado las necesidades de las personas que padecen hambre, enfermedad o pobreza.

En ambos casos, no es suficiente dar información ecológica para que mejore la situación. Más bien, se requiere un cambio de hábitos tanto de consumo como de respeto a la vida. Sin embargo, el modelo educativo actual genera una especie de “esquizofrenia”, pues muchas personas que se consideran a sí mismas como ecológicas son simultáneamente consumistas y/o no respetan la dignidad humana.

Hábitos de consumo

Un primer aspecto en el que es muy notoria esta dualidad entre lo que se piensa y el modo práctico de vivir y que conlleva la destrucción de bosques, ríos y mares es el consumismo, entendido como comprar productos por mera moda o sin una clara necesidad.

En su encíclica “Laudato Si’”, el Papa Francisco enfrenta al consumismo como fuente de la actual crisis ecológica. Aquí resalta la dualidad de conducta de algunos, que aunque saben que la compra de productos no basta para hacerlos felices, “no se sienten capaces de renunciar a lo que el mercado les ofrece” (n. 209).

Respeto al ser humano

El núcleo de la ecología es el respeto al hombre mismo, que es el centro de todo ecosistema y de toda sociedad. De hecho, nuestra civilización occidental está basada en el respeto a la dignidad de cada persona.

Sin embargo, también en este ámbito sucede lo que el mismo Papa considera un estilo de vida “esquizofrénico”, porque “se preocupa por la protección de los animales en extinción, pero se ignoran los problemas de los ancianos”; o también porque “defiende el bosque amazónico, pero se olvida de los derechos de los trabajadores a un salario justo”. (Discurso, 5 feb. 2018)

Hacia un nuevo estilo de vida

La raíz de esta dualidad o esquizofrenia ecológica consiste en que la educación ecológica actual se basa en sólo dar información, pero no en implementar un modo de vida estable basado en el sentido de responsabilidad.

Según Francisco, se trata de crear una “ciudadanía ecológica”, que sin limitarse a informar logre desarrollar hábitos (LS, 210). Es decir, “educar en un estilo de vida basado en una actitud de cuidado de nuestra casa común que es la creación” (Discurso cit.).

Los desafíos

Más allá de la mera propaganda verde, esta nueva ciudadanía debe “despertar el placer de experimentar una ética ecológica partiendo de elecciones y gestos de la vida cotidiana” (Ibídem).

La educación ecológica se enfrenta hoy a un gran desafío, el de superar la esquizofrenia que ha sido generada al reducir la educación a la mera información, pues esta reducción ha suscitado una generación de personas que defienden la ecología como idea, pero que quizá no están dispuestas a cambiar sus hábitos consumistas o a abandonar sus actitudes poco solidarias.

 

Por: P. Luis-Fernando Valdés

@FeyRazon   lfvaldes@gmail.com

http://www.columnafeyrazon.blogspot.com

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