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Un nuevo estudio publicado en JAMA Psychiatry analiza hasta qué punto las víctimas arrastran las secuelas del acoso escolar en la edad adulta.

Según diversos autores del estudio, «el daño psicológico no desaparece con la adultez o por dejar de ser acosados. Esto es algo que permanece con ellos».

El estudio, que ha durado 20 años, analiza a través de entrevistas a 1.420 participantes (acosados, acosadores, niños que habían adoptado ambos papeles y también menores que no se habían visto implicados nunca en ninguna forma de abuso).

Los resultados sugieren que, en la edad adulta (entre 19 y 26 años), los problemas emocionales y de comportamiento eran notables entre quienes habían tenido alguna experiencia con el acoso escolar. Tenían, además, mayor riesgo de sufrir desórdenes psiquiátricos.

Quienes habían sido sólo víctimas de ‘bullying’ presentaban niveles más altos de depresión, ansiedad, pánico y riesgo de agorafobia. Aquellos que, además de víctimas, también fueron ejecutores de acoso presentaban alto riesgo de depresión, ansiedad, pensamientos suicidas y pánico. Quienes sólo acosaban tenían una tasa alta de trastornos de personalidad antisocial.

Riesgo de agorafobia

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Otra de las diferencias encontradas entre los niños relacionados con el «bullying» y aquellos sin historial: su situación familiar y su ‘esquema’ mental. En la misma línea de otros estudios, el equipo de investigadores de la Universidad de Duke comprobó que quienes infringen y sufren el acoso pertenecen a familias con un nivel socioeconómico más bajo, son más agresivos, tienen problemas de impulsividad, falta de regulación emocional, se enfadan con facilidad, tienen pocos amigos y generalmente han sido acosados por sus hermanos. En cuanto a las víctimas, su perfil responde a personas tímidas, inseguras y con falta de asertividad.En cuanto a las diferencias por género, se observó que las niñas que habían sido acosadas y acosadoras tenían mayor riesgo de agorafobia y los niños que también habían adoptado ambos papeles sufrían mayores tasas de suicidio. Estos resultados, aclaran los responsables del estudio, se mantienen iguales después de tener en cuenta la existencia previa de posibles problemas psiquiátricos o dificultades familiares.

Vía: El Mundo

 

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