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La “depresión navideña” a veces invade a nuestros abuelitos. De nosotros depende que pasen el mejor tiempo en familia.

 

Para la mayoría, el tiempo de Navidad es un tiempo de alegría, ilusión y regocijo familiar, pero no debemos asumir que nuestros familiares que son adultos mayores experimentan lo mismo. Muchos de ellos lo harán, pero debemos tomar especial atención en aquellos que no logran disfrutar plenamente de las fiestas.

En inglés hay un “síndrome” llamado “Holiday Blues” que se podría traducir como “nostalgia o depresión navideña”; es una tristeza profunda provocada por todos los eventos relacionados, en este caso, con la Navidad y el año nuevo. Si bien es cierto, esto puede ser padecido por personas de cualquier edad, existe mayor incidencia entre adultos mayores, tal como lo confirma la Sociedad Americana de Geriatría.

Las fiestas pueden traer recuerdos de tiempos pasados cuando gozaban de la compañía de familiares que han partido de este mundo y esto generar una nostalgia muy particular, difícil muchas veces de expresar, por miedo a no ser comprendidos por los miembros más jóvenes de la familia.

La falta de ingresos económicos que experimenta una persona mayor en relación a una económicamente activa también produce sentimientos de tristeza, por no poder adquirir regalos para los nietos o hijos, o para recibir en casa “como antes” a la familia, con una cena especial costeada y preparada por ellos.

Finalmente, los problemas de salud son un recordatorio del “peso” de los años, lo cual no permite que el adulto mayor disfrute plenamente de las fiestas.

En ciertos casos, donde no se ha aceptado a la vejez como valiosa para la familia, el adulto mayor queda aislado de las celebraciones y la soledad, que es la enfermedad más grave de la tercera edad: aqueja el alma.

¿Qué podemos hacer como familia para evitar que esta nostalgia invada el corazón de nuestros padres y abuelos en una época que debe invitar a la reflexión, unión familiar y agradecimiento?

  1. Proponer reemplazar los regalos materiales con regalos espirituales. Un buen poema, un delicioso postre, un dibujo pintado con amor, una canción, o una sencilla manualidad puede ser un regalo más especial que cualquiera que aparezca en vitrinas. Al regalarnos entre todos objetos con valor sentimental más que monetario el adulto mayor puede, en igualdad de condiciones, regalar y recibir felicidad.

     

  2. Invitarlos a que compartan con la familia las novenas, advientos, Nochebuena, Navidad y fin de año. Hacer un esfuerzo adicional por movilizar  a quienes requieran de asistencia especial, hacer espacio para ellos en la mesa, estar atentos a sus necesidades de ir al baño con asistencia, de aplicarse una medicina durante las reuniones, de eliminar barreras de la sala, comedor para así recibirlos en espacios seguros para ellos.

     

  3. Preguntarles a quiénes quisieran visitar por Navidad. Quizá hay una amiga de la infancia que no ven hace mucho y vive lejos, entonces llevarla hasta su casa y permitir que compartan un tiempo de calidad con los de su generación.

     

  4. Incluir dentro de las celebraciones navideñas momentos de reflexión en familia.Que el abuelo o la abuela jueguen un rol importante, donde cuenten historias de cuando todos eran pequeños, o que compartan las tradiciones de sus antepasados, que conversen sobre los adornos de antaño, los rituales que a veces olvidamos, etc.

     

  5. Escucharlos. Prestar un oído amoroso para, con empatía, escuchar y realmente comprender sus sentimientos relacionados con la Navidad, y si son de tristeza ayudar a sanarlos y reemplazarlos por sentimientos de esperanza, de vivir una Navidad distinta, donde siendo los mayores de casa tienen derecho a un lugar especial: al primer plato de comida, a la primera oración en familia, al primer regalo sentimental, al primer beso y abrazo del nuevo año.

 

 

Por Camila Valdivieso
Gerontóloga

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