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La falta de pudor impacta también sobre la propia autoestima.

El pudor es uno de los rasgos esenciales del ser humano, nos diferencia de los animales, ya que estos no conocen el sentido del mismo. Es también la virtud por la cual la persona está llamada a vivir el recato, la decencia, la modestia, así como también su dignidad, su capacidad de amar y de entregarse.

Actualmente, los jóvenes viven sumergidos en diversos ambientes (fiestas, círculo de amigos, televisión, redes sociales, etc.) en los cuales, de forma tan natural, hay exposición a todo, dejando de lado el respeto y la discreción.

Sin lugar a dudas, los graduales cambios en la moda han afectado en mayor medida a los jóvenes, logrando que paulatinamente se desvanezca el pudor en la forma de vestir. Los relativos cambios del decoro, además de la ausencia del pudor (desvergüenza o la impudicia), tienen un efecto de anestesia en los jóvenes, haciendo que ellos pierdan la sensibilidad y la capacidad de reaccionar ante la desvalorización del cuerpo humano.

Cuando el cuerpo de uno es el factor que motiva miradas indecorosas hacia sí, entonces es recomendable cambiar la manera como se está vistiendo.

Hoy en día es aceptable el uso de prendas que ochenta años atrás hubiesen sido escandalosas. Pero el actual uso de faldas, blusas escotadas, traje de baño de dos piezas y pantalones a la cadera no es incorrecto en tanto se mantenga el pudor. En cambio, cuando una persona expone de alguna manera su cuerpo atrayendo miradas lascivas u obscenas de quienes están a su alrededor, no por la persona sino por su forma de vestir, entonces esa persona sabe que se ha vestido inmodestamente. Cuando el cuerpo de uno es el factor que motiva miradas indecorosas hacia sí, entonces es recomendable cambiar la manera como se está vistiendo.

Por otra parte, la falta de pudor impacta también sobre la propia autoestima, puesto que genera desorden en el interior, desvirtuando el objetivo por el cual uno ha sido creado. Además, autodestruye el valor que tiene el cuerpo. Otros podrían aniquilar esa dignidad mediante palabras, gestos y miradas; consecuentemente esto no permitirá que se llegue a la plenitud del desarrollo personal.

Si bien es cierto, dentro de la Iglesia Católica no existe un manual sobre cómo ir vestidos a la Santa Misa, mucho menos para las actividades cotidianas, es muy importante que consideremos la modestia al momento de vestir. Participar de los misterios de Dios es algo inmensurablemente especial y pese a que nadie pide que se asista con ropa de lujo, sí debemos reparar en que nuestra vestimenta sea siempre la apropiada. Debemos cuidarnos las espaldas entre nosotros mismos y hacerles recordar con caridad a quienes falten al pudor en cualquier momento y en todo lugar. No solamente en el templo de Dios.

Como cristianos, mantengamos entonces nuestra mirada firme en Cristo, modelo perfecto de nuestro desarrollo personal y humano. De esta manera, con la ayuda de las demás virtudes y las buenas costumbres, lograremos recordarle al mundo lo que significa vivir la virtud del pudor: proteger coherentemente el misterio de la intimidad que solo lo tiene permitido ver el amor.

 

Por: Rafael Silva

 

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