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El resentimiento nos lleva a culpar y responsabilizar a otro por las aflicciones personales, por la ofensa o por la falta de alegría, y no se busca la respuesta dentro de uno mismo.

 

El resentimiento aparece ante la ofensa. Es una opción por volver a sentir pero tratando de no sentir…  hay ira y enojo. Cuando hay resentimiento estamos siempre de mal humor, nos quejamos de todo, nos volvemos sarcásticos e hirientes, todo criticamos, todo nos parece mal.

El  resentimiento nos lleva a culpar y responsabilizar a otro por las aflicciones personales y no se busca la respuesta dentro de uno mismo.

No lo guardes, ¡sácalo!

Cuando se habla de lo que se lleva dentro, la persona piensa con más profundidad con ayuda de quien la escucha. Al describir el enojo  o el resentimiento, este pierde fuerza, y disminuye su influencia en nosotros. Una recomendación para una persona muy dolida y enojada, puede ser escribir lo que siente y romperlo una semana después. Es importante liberar el sentimiento de manera adecuada. A muchas personas les ha ayudado hacer verdadera oración. Contarle a Dios, con el corazón en la mano, lo que afecta.

Francisco Ugarte, filósofo mexicano, tiene un libro sobre el tema titulado “Del resentimiento al perdón” (Ed Panorama), que es todo un tratado de cómo manejarlo. Afirma que el resentimiento aparece como reacción a un estímulo negativo que hiere el propio yo. Luego agrega que “la voluntad débil es también origen de resentimientos”, pues “al no alcanzar lo que desearía, la voluntad influye sobre el entendimiento para que deforme la realidad y quite valor a aquello que no ha podido conseguir”.

A flor de piel

Hay personas que reaccionan con pasividad ante las ofensas, es decir, se retraen o se distancian de quien lo ha agredido.  Ante una corrección muchas veces nos podemos sentir descalificados, devaluados o menospreciados. Y estos sentimientos son los que debemos de trabajar, meditando por qué nos va mal en las relaciones humanas. A veces no se aceptan las propias circunstancias o limitaciones. Nos falta aceptarlas y aceptarnos con amor.

El resentimiento, dice Ugarte, “es quizás el peor enemigo de la felicidad porque impide enfocar la vida positivamente y aleja a la persona del bien que le corresponde como ser humano”. Y continúa: “La tendencia a girar en torno a sí, a convertir el propio yo en el centro de los pensamientos y en el punto de referencia de todas las acciones se llama egocentrismo y es el principal aliado del resentimiento”.

Cuando una persona ya está resentida, se obsesiona con una idea o pensamiento negativo. Debe tratar de cambiarlo y evitar cavilar. “Un medio especialmente eficaz para evitar el resentimiento lo constituye la gratitud, entendida como capacidad de reconocer los dones y beneficios recibidos”, escribe Ugarte. Hay que descubrir todo lo positivo que hay en nuestra vida y percibirlo como un regalo por el que debemos dar gracias. La gratitud es lo opuesto al resentimiento. Quien no espera nada ni exige nada para sí, se alegra por lo que recibe y ordinariamente le parece que es más de lo que merece.

El perdón transforma

Ante la más grave ofensa, el perdón y la reconciliación son los fundamentos de la unidad familiar. El perdón es una gran manifestación del amor. Jutta Burgraff dice: Perdonar es amar intensamente.

No se trata de buscar un culpable sino de encontrar una solución que comienza cuando reconocemos nuestra frustración, y comenzamos a considerar la posibilidad de perdonar. Mientras vivamos ligados al supuesto agresor, viviremos atrapados por el pasado. Perdonar es la manifestación más alta del amor y, en consecuencia, es lo que más transforma el corazón humano. San Juan Crisóstomo llega a decir que “nada nos asemeja tanto a Dios como estar dispuestos al perdón” (In Mat homiliae 19,7). La vida es breve. Dios nos ama y quiere que estemos felices y optimistas en medio de las dificultades.

 Emmanuel Kant decía: “La impaciencia es la debilidad del fuerte y la paciencia la fortaleza del débil”.

 

 

Por: Martha Morales

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