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En el 2011 Wilson nos contó sobre su decisión de ir a Haití a hacer voluntariado, hoy recuerda cómo esa experiencia cambió su vida y lo ha llevado a crear su propia firma que busca ayudar a prevenir situaciones de riesgo.

Mi nombre es Wilson Gómez Váscones y desde que entré al colegio tuve un gran vínculo con el voluntariado. Recuerdo que mi primer contacto y experiencia fue llevando desayunos a niños de una escuela. Sin embargo, en tercer año, por medio del grupo apostólico, pude concretar una actividad de voluntario. Ante esto me encontré en una encrucijada, ya que otra de mis pasiones era el béisbol, el que pensé que sería mi vida. Fue en ese momento en que tuve que elegir entre ir al grupo apostólico o ir a al entrenamiento. Así, me organizaba para poder realizar las dos actividades, dándole algo de prioridad al béisbol.

Una vez que me gradué del colegio entré en un dilema nuevamente, sobre si convertirme en sacerdote o jugar béisbol profesional. Encontrándome en un momento en el que no tomaba ninguna decisión me di un año libre, cosa que no convenció a mis padres. Me sentía un poco perdido, hasta que un día recibí la llamada de un amigo: Hogar de Cristo necesitaba colaboradores que hablen inglés para guiar a voluntarios extranjeros. Así, empecé a involucrarme; en aquella época armábamos casas en Monte Sinaí y nos quedábamos dos semanas construyendo y compartiendo con la comunidad, lo que me pareció muy interesante. Durante ese lapso de tiempo ingresé a estudiar psicología y francés. De lunes a viernes estaba en mis clases y practicando béisbol, pero el voluntariado se convirtió en una de mis prioridades al que le dedicaba cada vez más tiempo.

En el año 2008, Hogar de Cristo me propuso ser líder de grupos de estudiantes de colegios. Con el fin de invitar a jóvenes a que compartan y conozcan sobre el voluntariado. Bajo el lema “vengan todos”, porque todos los que experimenten esto al menos uno se quedará con las ganas de seguir ayudando.

El inicio de una carrera

Luego de un año del terremoto en Haití, en enero del 2011, me aceptaron para trabajar como voluntario en el tema de recuperación, por medio de América Solidaria. No lo pensé dos veces y acepté. Mi familia y amigos estaban sorprendidos, ya que sería un año fuera de casa, pero era algo que debía hacer. La organización me costeó el ticket aéreo, hospedaje y un valor adicional para manutención.

Al llegar, empecé como monitor y evaluador de los programas que se llevaban en las comunidades. Recorrimos los lugares para ver si la comida que proporcionaba el Programa Mundial de Alimento de las Naciones Unidas llegaba a las escuelas. Ahí, desde la oficina teníamos que viajar tres horas hasta un río, luego caminar por seis kilómetros hasta llegar a la comunidad.

Fue una de las experiencias más impactantes, porque vi la realidad de este país, la distancia que los niños caminaban para ir a la escuela diariamente, la mágica mezcla de su gente, los lugares y la naturaleza. Pero sobre todo la alegría y energía de los haitianos. Al compartir con ellos aprendí su idioma (Kreyol Aysien) y era muy gracioso porque me expresaba como la gente del campo por todo el tiempo que estuve allá.

Al regresar a Ecuador empecé a trabajar en la Secretaría de Gestión de Riesgos y finalmente hice el curso para bombero voluntario de Guayaquil, algo que tenía pendiente hace alguno años y que por falta de tiempo no pude hacerlo. En la Secretaría tuve la oportunidad de atender inundaciones, temas de erupciones volcánicas y salí a la operación del huracán Sandy en Cuba.

Durante los siguientes años con las ganas de seguir aprendiendo realicé un post grado en Ayuda Humanitaria Internacional en Nueva York. Durante el primer Congreso Internacional Latinoamericano de Voluntariado Juvenil, organizado por IAVE (International Association For Volunteer Effort), tuve la oportunidad de ser parte de la organización y empecé a liderar la Red de Voluntariado Juvenil en el Guayas, que capacita a voluntarios.

Además, fui a Florida con un beca para el programa de Política y Economía en Gestión de Riesgos; lo que fue una experiencia enriquecedora y para regresar a Ecuador con más ideas. A mi retorno, ingresé al Consejo de la Judicatura para el Programa Nacional de Mediación, Justicia y Cultura de Paz. Aquí mi labor era ir a las comunidades y aterrizar el lenguaje jurídico y legal de los abogados para que las personas lo entiendan y aprovechen de sus múltiples beneficios.

Desastres naturales que unen corazones

En abril del 2016 sucedió el terremoto que sacudió a Manabí, y yo sentí la necesidad de ayudar, pero mi trabajo me lo impedía. Un amigo de una fundación en Canadá, Global Medic, me llamó para decirme que enviarían un equipo con un radar para buscar personas bajos las estructuras, 10 plantas potabilizadoras de agua, drones para realizar mapeos del área y kits de higiene para los damnificados. Así que armé un grupo para ir a Manabí.

En los desastres naturales es muy impactante ver casas caídas o que se las ha llevado el viento, derrumbes, barrios que ya no existen, etc., pero si bien es cierto, eso es impresionante, no hay nada más fuerte que se te acerque una madre y te diga “por favor sigan buscando porque aún falta mi hijo”.

El 1 de abril de este año, fue el desastre en Mocoa, Colombia. Recibí una llamada nuevamente desde Canadá para atender esta emergencia y fuimos al tercer día de lo sucedido. Participamos en el mapeo de las zonas afectadas, para determinar las nuevas zonas de desarrollo y evitar futuros eventos de similares características, siempre siguiendo las indicaciones del Gobierno Colombiano.

Desde este año me abrí del sector público y junto a un gran amigo iniciamos nuestra propia consultora: Cautus. Aquí damos capacitaciones sobre seguridad en general, pero principalmente en cómo debe estar preparada una empresa frente a un evento de este tipo y cómo reaccionar en situaciones de riesgo. Además, he tenido la oportunidad de viajar para exponer sobre estos temas en varias universidades y congresos. Estoy convencido de lo que hago, que la única forma para promoverlo es gritarle al mundo que es una necesidad y una responsabilidad que la población este preparada, sin importar el costo que tenga.

Finalmente, he decidido quedarme en mi país porque es preciso hacer visible nuestro compromiso con esta tierra que nos vio nacer y que nos llama a cooperar con el resto de ciudadanos.

 

Por: Wilson Gómez Váscones

Fundador y Gerente Cautus

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