Compartir:
Un italiano conocido de su secretario se ofreció ayudar con el servicio mecánico del carro y lo trasladó hasta España y Francia, donde fue apresado con droga.

Compañero de curso de Karol Wojtyla, perito del Concilio Vaticano II, personaje insustituible de la historia de la Iglesia en la Argentina,  bibliotecario Emérito de la Santa Sede, el cardenal Jorge Mejía es protagonista a los 91 años de un confuso episodio. Dos italianos fueron apresados en Lyon, Francia, trasladando cuatro kilos de cocaína y 200 gramos de cannabis en el coche propiedad de Mejía, quien reside en Roma y cuyo estado de salud es muy delicado.

Presumiblemente, los narcotraficantes habían intentado aprovechar la identificación diplomática del carro, al que accedieron tras un engaño, para adquirir la droga en España y transportarla sin ser revisados.

Rápidamente, el padre Luis Alberto Duacastella, secretario personal del cardenal Mejía, explicó a la periodista corresponsal del diario La Nación en Roma lo ocurrido. El padre Luis confió el coche de Mejía a Luca di Dio, una persona que conoce desde hace 10 años. Di Dio se ofreció a encargarse de la revisión del auto en un taller mecánico conocido, servicio que por las responsabilidades del padre Duacastella al cuidado de Mejía, gravemente frágil de salud, era muy provechoso. Según explicó a Elisabetta Piqué, del matutino argentino: “Como yo corro todo el día detrás del cardenal, hace un año y medio que no salgo, estoy las 24 horas con él, mi culpa fue haberme confiado de una persona que conozco desde hace diez años, que me ofreció ocuparse de eso”.

El padre Duacastella ya declaró ante la Gendarmería vaticana y explicó lo ocurrido. Incluso antes de conocer la detención se había preocupado por el paradero de di Dio y el coche, que no le había sido regresado el domingo como estaba pautado.


Si como sacerdote me tengo que alejar de la gente con problemas, no veo más a nadie. 

Preocupado por la salud del cardenal Mejía, y por el impacto que en él tendría la noticia, aún no se la había comunicado. Muy consternado por el confuso episodio explicó: “Yo me acuso de imprudencia. Conozco a esta persona desde hace diez años, es un tipo que tuvo problemas, con antecedentes, pero si como sacerdote me tengo que alejar de la gente con problemas, no veo más a nadie. Incluso solía venir a casa y ayudarme a las noches con Jorge. Le tenía confianza, yo lo ayudaba y él trataba de colaborar. La humanidad es imprevisible, caí en las redes de una humanidad imprevisible y trataré de arreglar la cosa encargándome de Jorge”.


Sin responsabilidad

Que el cardenal Mejía tenga algo que ver con el confuso episodio es imposible. Su estado de salud es frágil, como pudo saber este periodista por fuentes propias allegadas a él.

Hasta hace muy poco tiempo no demoraba en responder su correo electrónico personal de la cuenta de Hotmail. Atiende el teléfono sin problemas y mantiene, aunque con mayor dificultad en los últimos tiempos, conversaciones larguísimas con sus numerosos amigos en todo el mundo, ricas en referencias culturales, bibliográficas, y personales.

Permanentemente conectado con su familia en Buenos Aires, su vinculación y actividad pública se vio disminuida en los últimos tiempos. De hecho, no pudo acompañar tan de cerca la elección de su compatriota y tocayo Jorge Bergoglio como Papa debido a que estaba ingresado en un hospital italiano víctima de un infarto. 48 horas después, Francisco visitaba a Mejía, quien pese a su debilidad, pedía insistentemente que le faciliten sus apuntes y libros. Por su historia de fidelidad al magisterio y a la cátedra de Pedro, haberse perdido ese histórico acontecimiento, de seguro, le fue doloroso.

Silenciosa contribución a la Iglesia

Culto y firme de convicciones, no son pocas las polémicas que tuvo en su juventud con otros hombres importantes de la Iglesia argentina. Todas respetuosas y desde una postura de permanente fidelidad a Roma. Lo cierto es que fue designado perito del Concilio Vaticano II, acontecimiento de la Iglesia que cubrió también como periodista para la revista Criterio, antes de conocer su designación.

Colaborador del siervo de Dios cardenal Eduardo Pironio, sirvió en distintos dicasterios romanos destacándose siempre por su capacidad de diálogo. Insustituible referente del diálogo interreligioso en Buenos Aires, trasladó su diplomacia a la Santa Sede. Fue uno de los responsables del encuentro de Asís presidido por Juan Pablo II y de la histórica visita de este Papa a la sinagoga de Roma. Como Bibliotecario del Vaticano y responsable del Archivo Secreto logró incluso desde la publicación y difusión de algunos de los históricos contenidos seguir tendiendo puentes con otras confesiones.

Tras su retiro, continuó con su fiel servicio a la Iglesia. Nunca ha dejado de trabajar en traducciones, comentarios y revisiones, y de estar al servicio de los Papas. Compartió numerosas reuniones y charlas con Joseph Ratzinger mucho antes de que este sea elegido Papa. Con Juan Pablo II estudió en el Angelicum, mantuvo numerosos y gratos encuentros, y fue uno de los últimos en verle con vida. Justamente lo hizo gracias a la insistencia en ir a verle de su fiel secretario y amigo, como insiste en aclarar, el padre Luis Duacastella.

La sobriedad de la casa que ambos habitan en el Trastevere romano, absolutamente colmada de libros antiguos y mobiliario viejo, con una sencillísima capilla, sin ningún lujo aunque sí con una vista preciosa, atestiguan que la fidelidad a la Iglesia de Mejía, a los 91 años, no da lugar a responsabilidades en episodios tan escandalosos como estos. 

Vía: Aleteia

Compartir: