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Deja los malos hábitos comunicativos y apuesta por ofrecer una actitud constructiva y positiva a quien te rodea.

La comunicación es difícil a cualquier edad. Abundan los malentendidos, la ira nos lleva a decir cosas que no sentimos o de las que nos arrepentimos después, y no somos justos en la manera en que interpretamos a los demás y hablamos de ellos.

En lugar de resolver los problemas hablando, decidimos utilizar una rabieta en versión adulta hablando del prójimo con muy poca caridad a quienquiera que nos escuche.

En un discurso dedicado a periodistas, el papa Francisco identificó lo que él denomina “pecados de la comunicación”. En su alocución, el Papa habla en concreto sobre cómo informan los medios de comunicación, pero la lección es aplicable a todos nosotros.

Aquí están los tres errores que cometemos al comunicarnos seguidos de consejos para corregirlos en nuestra vida diaria.

Desinformar

No es una mentira descarada. Se trata de utilizar solamente una parte de un argumento y dejar cualquier información que no nos interese fuera. La desinformación en realidad puede ser más dañina  que la mentira porque es mucho más fácil de justificar.

Únicamente comunico la mitad de la historia. En definitiva, la desinformación distorsiona la verdad tanto como la mentira.

En vez de optar por la desinformación, hablemos con claridad y total honestidad. Seamos transparentes, justos y claros.

Mentir

Tiene mucho que ver con la descripción sensacionalista de las acciones del otro, con la exageración de sus palabras, de acciones y motivos y, peor aún, con la acusación falsa. Surge la tentación de calumniar en ocasiones en las que tenemos que justificar nuestra respuesta para que esta parezca más comedida pero, cuidado, porque suele provocar heridas emocionales fuertes.

En lugar de mentir, optemos por hablar con exactitud de los demás. Seamos sinceros y contemos  ¿qué dijo exactamente esa otra persona? En lugar de pensar mal, optemos por buscar la verdad a la hora de interpretar sus palabras y acciones.

Usemos, como dice Francisco, “palabras ponderadas y claras” cuando hablamos de otras personas, mantengamos abiertas las líneas de comunicación.

Desacreditar

A veces hablamos de los defectos y los errores del otro.  Quizás diga la verdad sobre esa persona, pero esa comunicación en sí es innecesaria y dañina. Siempre que hago esto, me doy cuenta más tarde de que lo hice para sosegar mis propios sentimientos de culpa y hacerme sentir mejor, pero no es justo sacar a relucir los errores pasados de alguien para ganar un debate o salirme con la mía.

Tomemos por contra el hábito de hablar en positivo de los demás. Siempre que se menciona a una persona en una conversación mis primeras palabras han de destacar algo positivo sobre esa persona. Con el tiempo, esta norma se ha convertido en un hábito y cada vez me resulta más fácil.

Recordemos que una comunicación constructiva y positiva sí es posible.

 

Vía: Aleteia

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