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Miles de revistas en todo el mundo publican especiales de Navidad, con recetas e ideas para decorar y agradar en estos días. Hay tanto donde elegir, que incluso se corre el riesgo de perder de vista cuál es el objetivo fundamental, y lo que estamos celebrando en estos días.

Navidad, seas creyente o no, es una fiesta que habla de amor, de calor de hogar, de familia. Es una fiesta en la que los niños son importantes, porque Dios se hizo niño. Esos ingredientes son los que no pueden faltar en tu casa en Nochebuena.

¿Cómo lograrlo? Está claro que no son los detalles los que hacen la Navidad, pero tampoco hay que despreciarlos. Los detalles hablan de cariño, de aprecio por el otro.

Hay que cuidar los detalles: Un Belén y un árbol iluminados indican que “está pasando algo especial” en casa. Si hay niños en casa, las luces y los colores de estos días son algo que dejarán huella para siempre, en ese armario de la memoria que luego abrirán cuando formen sus propias familias.

Los detalles hablan de cariño, de aprecio por el otro.

Pero más aún: un hogar en el que los detalles se cuidan indica que las personas son importantes, que se las quiere agradar y hacer sentir queridas. No es lo mismo una Navidad con la vajilla de siempre que una Navidad donde mamá saca los platos que tiene escondidos, y las copas de cristal que sólo suele sacar para casos excepcionales.

Tú eres parte importante de la fiesta

¿Estás de fiesta? Empieza por ti mismo: vístete de fiesta. Incluso si no vas a salir de casa, ¡ponte el mejor vestido o traje! ¡Viste y peina a tus hijos! Que tus invitados no te vean en pantuflas ni en ropa deportiva.

Si estas Navidades te traen recuerdos tristes por la pérdida de algún ser querido, dedicar un poco de tiempo a arreglarte también va a ser positivo para tu estado de ánimo.

Piensa en los demás: Observa en tu entorno si alguna persona va a pasar la Nochebuena o la Navidad sola, y en un arrebato de generosidad invítala. Si te parece excesivo hacerlo el 24 o el 25, invítala a compartir una comida navideña de algún otro día de la octava de Navidad. No tengas miedo a ser generoso.

Después, la casa: Coloca en un lugar visible (por ejemplo, colgadas del árbol) las tarjetas de felicitación navideñas que hayas recibido. Eso os permitirá tener presentes a las personas que se acuerdan de vosotros, y si os visitan y ven allí su tarjeta, seguramente se alegrarán mucho.

Muy importante: ¡No pongas la TV! ¿Por qué no un poco de música navideña de fondo? Que no impida la conversación, sino que acompañe. Y después de comer, qué mejor que cantar villancicos en directo, incluso con acompañamiento de instrumentos, si hay algún artista en la casa.

Que todos los miembros de la familia participen en la decoración y preparación de la Navidad.

Una mesa bien puesta, con sencillez pero con elegancia, tiene como objetivo hacer “entrar en fiesta” a toda la familia, y predispone para algo más que para darse una gran comilona.

La función de los detalles es “crear ambiente”, no acaparar la atención. No tienen que ser grandes ni costosos, pero sí colocados con buen gusto, sin que molesten. Y ojalá en su realización o preparación participen los distintos miembros de la familia.

Por ejemplo, el hijo que acaba de aprender a escribir puede ocuparse de hacer unas tarjetitas con el nombre de cada uno de los comensales, que además de hacerles sentir insustituibles servirán para planificar dónde se va a sentar cada uno, lo cual puede evitar algunos problemas, prever que el abuelo cuente con su sitio de honor y ayudar a crear un ambiente alegre.

O quizás la manualidad que preparó en el colegio la hija mayor dé un toque navideño a la mesa, o los niños pueden preparar unas flores secas, unas velas adornadas,…

No quieras la casa “perfecta”: busca un hogar en el que cada uno se sienta a gusto.

 

Vía Aleteia

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