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Un continuo estado de estrés crónico podría provocar obesidad en niños, adultos y ancianos.

La palabra “estrés” no es ajena a nuestra generación, todos lo hemos enfrentado y muchos continúan lidiando con él a diario. Sin embargo, es imposible relacionar su origen a una sola causa, pues cada día nos impactan un sinnúmero de factores que pueden ser: físicos, psicológicos, hechos aislados o ataques continuos que perturban nuestra estabilidad orgánica integral (homeostasis).

Para enfrentarlos, nuestro cuerpo requiere del trabajo conjunto de los sistemas nervioso y endócrino. El hipotálamo, que se encuentra en el cerebro, tan pronto recibe la señal de estrés libera la hormona corticotropina, desencadenando una serie de reacciones bioquímicas con el fin de contrarrestar los niveles de estrés a través de la secreción de cortisol, conocida como la “hormona del estrés”.

 

 

Cambios en la ingesta

Los elevados índices de cortisol en el organismo generan múltiples alteraciones.  En la mayoría de la población, esta hormona impulsa a comer más o menos de lo usual. Sin embargo, independientemente de este cambio en la ingesta, existe una constante preferencia hacia alimentos de alto contenido en grasas, azúcares simples y kilocalorías, llamados comfort foods (bebidas azucaradas, comida chatarra, dulces y helado). Su consumo contribuye al almacenamiento de grasas que, en exceso, produce obesidad.

La elección de estos alimentos se debe a que éstos poseen un efecto calmante en el organismo, lo que disminuye temporalmente los niveles de estrés. Además, la respuesta a los altos niveles de cortisol es diferente al exponernos a un estrés agudo (corto plazo) como el tráfico vehicular en hora pico, o a un estrés crónico (largo plazo) como el desempleo, el esfuerzo fallido de bajar de peso, entre otros.

A corto plazo, elevados niveles de cortisol ocasionan una disminución del apetito, pérdida de masa muscular y degradación de lípidos. Mientras que el estrés crónico produce un aumento del apetito promoviendo el almacenamiento de grasa, especialmente en el tejido adiposo visceral; alteraciones como éstas aumentan el riesgo de desarrollar diabetes mellitus y osteoporosis.

A pesar de los efectos del estrés en nuestro organismo, esto no significa que estemos condenados inevitablemente a consumir comfort foods. Una parte de nuestro cerebro, que es la córtex prefrontal, nos permite sobreponernos al impulso de ingerir alimentos por placer, empujados por la acción del cortisol, y tomar decisiones voluntarias.

 

 

¿Cómo disminuir el nivel de estrés crónico?

Para contrarrestar los niveles de estrés crónico, los más destacados expertos en el tema recomiendan actividades de meditación y relajación que involucren ejercicios físicos y mentales. Adicionalmente la técnica del mindfulness, que consiste en tomar conciencia del momento a momento de nuestros pensamientos, sentimientos, sensaciones corporales y el medio ambiente circundante, se está planteando como un posible tratamiento para perder peso y conseguir un mayor control sobre la ingesta de alimentos.

 

 

Por: Rafaela Arosemena, Nutricionista-Dietista Clínica, Ms. en Nutrición y Metabolismo. Correo: rafaela.arosemena@gmail.com

 

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