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Pensaron que le podían poner fin a su “problema”, terminando con la vida que habían concebido. Pero algo los hizo reflexionar.

 

Los embarazos adolescentes, los no planificados, o los que se conciben fuera del matrimonio, suelen ser catalogados como un gran problema. Por eso, el mundo de hoy suele presentarte dos alternativas: tenerlo o abortar.

Muchos jóvenes que se enfrentan a un embarazo inesperado tienen la sensación de que sus carreras profesionales se van a truncar; que su vida social disminuirá y que su falta de preparación afectará lo que le hubieran podido dar a su hijo en otras condiciones.

Pese a que estos escenarios no se alejan de la realidad, no existe una razón lo suficientemente poderosa como para terminar con la vida de un hijo.

De la incertidumbre al amor

Con 24 años, Mariuxi Estrada y Marcos Cevallos, se enteraron de que ella había quedado embarazada. Sin saber mucho qué hacer, acudieron a un lugar donde les practicarían un aborto, sin contárselo a sus padres. “No queríamos que se enteraran de esto. Pensábamos que abortar era la mejor decisión”, asegura Mariuxi, con  lágrimas en sus ojos. 

Lo mismo ocurrió con Juan José Velasco (25) e Ivone Moreira (21). Agendaron una cita, sin noción de lo que podría ocurrir. “Separé la cita, aunque yo me oponía a la idea de abortar”, afirma Juan José.

Pero algo detuvo el curso de sus decisión.  Algo tan sencillo como encontrarse con una persona que les tendió la mano, llevándolos a escuchar los latidos del corazón de sus bebés.

El mejor error de mi vida

Uno suele pensar en todo cuando se entera de la noticia del embarazo: casa, estudios, trabajo, dinero, etc. Pero nos olvidamos de lo esencial, que es mi hija. Hubo quienes me dijeron que tenerla iba a ser un error. Ahora la tengo en mis brazos y estoy segura de que es el mejor error de mi vida”, comenta Ivone, aún arrepentida solo de haber pensado en abortar a María Roxana, la luz de sus ojos y la motivación de sus padres para seguir adelante. Juan José e Ivone contemplan la posibilidad de tener dos hijos más y no les importa haber dejado farras y fiestas por ella.

Mariuxi y Marcos, por su parte, hoy son papás del pequeño Fernando. Nadie nace sabiendo ser padre y ellos no son la excepción. Pero, dan lo mejor de sí para su hijo. Marcos no le quita los ojos de encima a Fernandito mientras Mariuxi lo lleva en brazos.

Las dos parejas coinciden en que un hijo es una responsabilidad grande que vale la pena afrontar. Ese supuesto obstáculo se convierte en el motor para ser mejores en sus trabajos, en su casa y, sobre todo, mejores papás.

 

Por Juan Felipe Torres
Periodista

 

 

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