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Las películas familiares son cada vez más polémicas. El año pasado, la Warner Bros patinó fuerte con el lanzamiento de: Cigueñas, la historia que no te contaron, con un breve cameo en favor del llamado matrimonio igualitario. Pero al parecer, y gracias a Dios, todavía hay cosas que se pueden ver con los más pequeños que merecen ser rescatadas.

Así es el caso de: Un jefe en pañales (The Boss Baby, en su idioma original). Ésta cuenta la historia de cómo un bebé fue enviado desde la Corporación Bebé para evitar que la Corporación Cachorro se quede con todo el amor del mundo. La película es muy graciosa y toca aspectos de la vida real que merecen ser rescatados para meditarlos después de disfrutar del film.

Bebés vs. cachorros. ¿Realidad o exageración?

Es increíble como hoy se defienden más los derechos de los animales que los derechos de algunos seres humanos. Si bien la película plantea esto desde el humor, la Corporación Bebé tiene un termómetro del amor en el mundo y la balanza se inclina segundo a segundo hacia los cachorros. Cada vez más gente remplaza a los bebés por perritos, humanizándolos, dándoles el título de “hijos” y donde se olvidan sobre tener hijos.

Tener más hijos no implica menos amor para todos

Uno de los conflictos clave de la historia es el de dejar de ser el hijo único. Cuando Tim (protagonista de la historia) descubre que el bebé puede hablar, él le explica que si no se comporta puede desplazarlo de la familia y robarle todo el tiempo, atención y amor de sus padres. Tim, aterrorizado por la idea, comienza a buscar la manera de deshacerse del Jefe en Pañales. Como es de esperarse, ambos comienzan un camino que resulta en una amistad de hermanos de lo más enternecedora.

[Spoiler Alert, para quienes no han visto el film] Para el final de la película, una vez cumplida la misión, el Jefe Bebé recibe una carta de Tim que dice: “no me importa si tenerte por hermano significa perder todo lo que mis padres me dan. Yo te lo regalo”. Luego, los padres dicen: “los queremos con todo nuestro corazón”– “¿A los dos?”–, pregunta Tim. “A los dos”, –le responden–. Tener más de un hijo no significa que vas a querer más a uno que a los demás.

El amor no se divide, se multiplica. El Espíritu Santo sopla en el interior de los padres y permite que su amor sea sin medida a todos sus hijos, sin importar la cantidad.

La importancia del tiempo de calidad

Es increíble lo sencillo que parece ser padres en la película, pero complejo a la vez. Lo “único” que requiere es que pases tiempo con tus hijos, juegues, les enseñes las cosas básicas de la vida y los eduques en la fe. ¿Sencillo? Ambos padres, a pesar de trabajar, les dedican el tiempo necesario a sus hijos. Juegan con ellos e incentivan el uso de la imaginación.

Ser padre es acompañar los primeros pasos de sus hijos en el mundo, dándole todas las herramientas necesarias para dejar el nido cuando crezcan. Ningún padre es perfecto, todos cometen errores. Equivocarse es humano y, mientras busques la santidad de tus hijos, lo estás haciendo bien.

 

Vía: CatholicLink

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