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Como terapeuta familiar, tengo a menudo el impulso de decirle a las familias que se vayan a casa a cenar juntos en lugar de pasar una hora conmigo. 

20 años de investigación en América del Norte, Europa y Australia respaldan el entusiasmo por las cenas familiares. Resulta que sentarse a cenar es muy bueno para el cerebro, el cuerpo y el espíritu. Y que no tiene que ser una comida gourmet que tomó tres horas cocinar, ni necesita ser hecha con arúgula y zanahorias.

Comida para el cerebro

Para empezar, los investigadores encontraron que en los niños pequeños, la conversación durante la cena aumenta el vocabulario, incluso más que cuando se les lee en voz alta. Los investigadores contaron el número de palabras inusuales – aquellas que no se encuentran en una lista de 3000 palabras más comunes – que las familias utilizan durante una conversación de cena. Los niños pequeños aprenden 1.000 palabras inusuales en la mesa, frente a solo 143 de los padres que leen libros de cuentos en voz alta. Los niños que tienen un amplio vocabulario leen más temprano y con más facilidad.

Los niños mayores pueden también obtener beneficios intelectuales de las cenas familiares. Para los jóvenes en edad escolar, comer juntos en familia de forma regular es un predictor más potente de alto rendimiento escolar, que los tiempos de permanencia en la escuela, haciendo la tarea, jugando deportes o haciendo arte.

Otros investigadores informaron de una asociación consistente entre la frecuencia de la cena familiar y rendimiento académico en adolescentes. Los adolescentes que comían en familia de 5 a 7 veces por semana tenían el doble de probabilidades de obtener una A en la escuela que quienes comieron la cena con sus familias menos de dos veces a la semana.

Hace bien al cuerpo

Los niños que comparten comidas familiares regulares también consumen más frutas, verduras, vitaminas y micronutrientes, así como menos alimentos fritos y refrescos. Y los beneficios nutricionales siguen pagando dividendos, incluso después que los niños crecen: los adultos jóvenes que comieron comidas familiares regulares durante su adolescencia, son menos propensos a ser obesos y más propensos a comer de forma saludable una vez que viven por su cuenta.

Algunas investigaciones incluso han encontrado una conexión entre las comidas familiares regulares y la reducción de los síntomas en los trastornos médicos, como el asma. El beneficio podría deberse a dos posibles subproductos de una comida familiar compartida: menor ansiedad y la oportunidad de estar más al tanto del tratamiento médico de un niño.

No es solo la presencia de alimentos saludables que lleva a todos estos beneficios. El ambiente de la cena también es importante. Los padres tienen que ser cálidos y comprometidos, en lugar de ser controladores y restrictivos, para fomentar la alimentación saludable en sus hijos.

¡Y todo esto con el televisor apagado! En un estudio, los niños de preescolar estadounidenses que veían televisión durante la cena eran más propensos a tener sobrepeso al llegar a tercer grado. La relación entre ver televisión durante la cena y el sobrepeso en los niños también se ha reportado en Suecia, Finlandia y Portugal.

 


Comida para el alma

Además, un montón de estudios vinculan las cenas familiares regulares con la reducción de una serie de comportamientos de alto riesgo en adolescentes que los padres temen: el tabaquismo, consumo excesivo de alcohol, el consumo de marihuana, la violencia, los problemas escolares, trastornos de la alimentación y la actividad sexual. En un estudio de más de 5.000 adolescentes de Minnesota, los investigadores concluyeron que las cenas familiares regulares se asociaron con menores tasas de depresión y pensamientos suicidas. En un estudio muy reciente, los niños que habían sido víctimas de acoso cibernético se recuperaban más fácilmente si tenían cenas familiares regulares. Se ha encontrado que las cenas familiares son un elemento de disuasión más poderosa contra los comportamientos adolescentes de alto riesgo que asistir a la Iglesia o tener buenas calificaciones.

¿Qué hace tan mágica la hora de comer?

En la mayoría de los países industrializados, las familias no cultivan juntos, ni tocan instrumentos musicales o cosen edredones en el patio de la casa. Así que la cena es la forma más confiable para que las familias se conecten y averiguen lo que está pasando con los demás. En una encuesta, se preguntó a los adolescentes estadounidenses cuando eran más propensos a hablar con sus padres: la cena fue su respuesta más alta. Los niños que cenan con sus padres experimentan menos estrés y tienen una mejor relación con ellos. Esta conexión a la hora de comer todos los días es como un cinturón de seguridad para viajar por la carretera llena de baches durante la infancia y la adolescencia y todas sus posibles conductas de riesgo.

Por supuesto, el verdadero poder de las cenas radica en su calidad interpersonal. Si los miembros de la familia se sientan en un silencio sepulcral, si los padres gritan el uno al otro, o regañan a sus hijos, la cena de la familia no va a aportar beneficios positivos. Compartir un pollo asado no transforma mágicamente las relaciones padre-hijo. Pero, la cena puede ser el momento del día en que un padre y su hijo pueden compartir una experiencia positiva – una comida bien cocinada, una broma, o una historia – y estos pequeños momentos pueden ayudar a crear conexiones más fuertes fuera de la mesa .

 

Por: Anne Fishel
protegetucorazon.com

 

 

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