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Cuidar y acompañar a un familiar enfermo es un honor y privilegio, hacerlo es una obra de misericordia que nos ayuda a crecer en gracia y amor a Dios.

Aunque los familiares/parientes y amigos muy cercanos no están enfermos, también necesitan apoyo. No tienen que someterse a tratamientos ni acudir al hospital con tanta frecuencia como padece una enfermedad; pero aun así, a menudo deben soportar una enorme carga emocional. Si bien ellos no son los portadores de esta, también sentirán miedo, incertidumbre, dolor, impotencia, desesperación, cansancio y rabia.

Su papel es de suma importancia: apoyar al enfermo y estar presentes en cualquier circunstancia y tanto como se los necesite. Además de estar siempre con buen estado de ánimo y sonrientes para alegrar al convaleciente, aunque por dentro se esté desgarrando su alma de dolor.

Es por eso por lo que también necesitan del amor, apoyo, paciencia, ternura y comprensión de quienes les rodean. Estas personas, quienes tan amorosa y pacientemente acompañan a su familiar cargar con su cruz, son héroes anónimos.

Lo que el papa Francisco nos pide:

En su Audiencia General del 10 de julio del 2015, el papa Francisco dedicó la catequesis a meditar sobre la familia y la enfermedad. Repitió que atender y cuidar de un familiar enfermo, es en muchas ocasiones una oportunidad para el heroísmo. “Ante la enfermedad, también en familia surgen dificultades, debido a la debilidad humana. Pero, en general, el tiempo de la enfermedad fortalece los lazos familiares”

Es importante que, ante el anuncio de cualquier enfermedad, sepamos y toleremos las reacciones emocionales tanto del paciente como de los familiares. Todas las personas solemos reaccionar de manera similar ante la enfermedad, aunque no todos con la misma intensidad o mostrando la misma emoción o sentimiento. Cada uno será distinto, pero no menos valiosos unos de otros.

También debemos recordar que si el cuerpo manifiesta dolor o fatiga es porque el cerebro dice: “a descansar”. Si queremos seguir siendo cuidadores o acompañantes de calidad para nuestro enfermo, hagamos caso cuando el cuerpo nos hable.

 

Vía: Aleteia.org

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