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La base del matrimonio es el amor y el amor auténtico es fecundo e implica una entrega total a la otra persona.

 

Padre: ¿Qué pasa con todos esos católicos que usan algún método anticonceptivo y piensan que la Iglesia se equivoca en este punto? ¿No será momento de revisar esta postura y ser más flexibles?  – Johanna de Mieles

 

Hola, gracias por tu pregunta. Sí, hay católicos que usan métodos anticonceptivos y piensan que la Iglesia se equivoca en este punto. Creo que tienes razón en que es un buen momento para revisar la postura de la Iglesia, volver a ella y entender qué enseña y por qué lo hace.

De hecho, esa misma intención tuvo Pablo VI al escribir la encíclica Humanae Vitae, que fue el documento pontificio donde él explicó la postura de la Iglesia en este tema. Decía el Papa Pablo VI: “Consideradas las condiciones de la  vida  actual  y  dado  el  significado  que  las relaciones conyugales tienen en orden a la armonía entre los  esposos  y  su  mutua  fidelidad,  ¿no  sería  indicado revisar las normas éticas hasta ahora vigentes, sobre todo si se considera que las mismas no pueden observarse sin sacrificios, algunas veces heroicos?” (Humanae Vitae, 3). Plantearse preguntas desde la propia vida es una actitud cristiana, así como responder a esas preguntas desde el hermoso don de la fe que el Señor nos ha dado para comprender la realidad y encontrar el camino hacia nuestra plenitud como hombres.

Avancemos entonces en algunas respuestas. Las acciones que cada uno de nosotros realiza, las realizamos para alcanzar nuestra felicidad y la de las personas que más queremos (familia, amigos, gente cercana). Nuestros actos nos acercarán más a la plenitud y felicidad que anhelamos en la medida en que obremos según un verdadero y recto amor a Dios, a nosotros mismos y a los demás.  Amar a alguien es afirmar la bondad de la existencia de la otra persona y es afirmar por ello, que realmente vale la pena entregarse total y plenamente a esa persona; y ser amado, es percibir que otro hace por mí una opción de entrega así de hermosa y totalizante.

En el matrimonio, la vivencia del amor alcanza un altísimo grado, pues todo el yo del esposo se entrega a la esposa y todo el yo de la esposa, al esposo, entrega total y sin reservas. En este marco, las relaciones sexuales dentro del matrimonio son una altísima expresión del amor entre los cónyuges, son una realización de la hermosa y total donación al otro y de la recepción de su entrega total.

La Iglesia es madre, y como madre nos quiere guiar para que vivamos según la grandeza del amor que nuestros corazones desean vivir.

Desde esta perspectiva, es entonces el mismo amor, es decir, la entrega total y mutua entre esposos, la que se ve traicionada con el uso de métodos anticonceptivos. Al usarlos, hay algo que no se le entrega al cónyuge en la relación sexual, o hay algo que no se quiere recibir de él, y esto es la propia fecundidad, es decir, la capacidad de procrear. Se mide la entrega, se le pone límites y el verdadero amor entre esposos no tiene límites. La base del matrimonio es el amor y el amor auténtico es fecundo e implica una entrega total a la otra persona. Esta entrega y fecundidad del amor se expresa en las relaciones sexuales entre los esposos.

Por eso, “la Iglesia (…) enseña que cualquier acto matrimonial debe quedar abierto a la transmisión de la vida” (Humanae Vitae n.11). Esta enseñanza, no es fruto de una decisión autoritaria o arbitraria. La Iglesia es madre, y como madre nos quiere guiar para que vivamos según la naturaleza de nuestros actos y según la grandeza del amor que nuestros corazones desean vivir.

Desde esta perspectiva, igual puede quedar la pregunta si es realmente posible vivir siempre según estas enseñanzas, pues “la doctrina de la Iglesia en materia de regulación de la natalidad, promulgadora de la ley divina, aparecerá fácilmente a los ojos de muchos difícil e incluso, imposible en la práctica. Y en verdad que, como todas las grandes y beneficiosas realidades, exige  un  serio  empeño  y  muchos  esfuerzos  de  orden familiar, individual y social.  Más aún, no sería posible actuarla sin la ayuda de Dios, que sostiene y fortalece la buena voluntad de los hombres. Pero a todo aquel que reflexione seriamente, no puede menos que aparecer que tales esfuerzos ennoblecen al hombre y benefician la comunidad humana” (Humanae Vitae, 20).

Hemos hecho una breve revisión como lo solicitabas en tu pregunta. La Iglesia, que es madre y maestra de humanidad, no busca nuestro daño o represión, al contrario, busca siempre señalarnos el camino para que seamos verdaderamente felices.  Por eso, te invito a seguir revisando la enseñanza de la Iglesia en estos temas para comprenderla mejor y también, para que como miembro de la Iglesia, colabores en la misión de transmitirla de manera cada vez más clara y atractiva al hombre de hoy. Esta enseñanza no busca reprimir, sino señalar el camino del amor verdadero y plenificante.

 

Por: P. Christian Vinces
Sodalicio de Vida Cristiana

 

 

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