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Era la noche de Navidad. Ya pasadas las doce de la noche, Mateo de seis años permanecía parado junto a la ventana que daba al jardín de entrada de la casa, esperando lo que para él sería su mejor regalo; la presencia de su padre. Hacía algunos meses el padre de Mateo había sido trasladado a otra ciudad por la compañía para la que trabajaba. El traslado había afectado un poco la relación con su esposa y ahora estaban un poco distantes, sin embargo el padre de Mateo le prometió venir a casa el día de Navidad. Las horas pasaron y simplemente el padre de Mateo rompió su promesa y con ella el corazón de su hijo.

Así como al corazón de Mateo las promesas rotas han lastimado muchos otros corazones. Hoy las promesas no tienen el significado y el valor que alguna vez le fueron inherentes. Aunque para muchos las promesas no son más que palabras, representan un aspecto de la personalidad relacionado con la responsabilidad, el compromiso y la lealtad. Lee en esta nota lo que debes saber de las promesas.

Lo prometido es deuda

Crecí escuchando de mi madre esta frase y es así. Cuando prometes estás en deuda con la persona a la que le hiciste esa promesa. Si crees que no llegarás a cumplirla mejor no prometas y menos cuando se trata de hacer promesas a los niños. Los adultos tenemos la capacidad de entender las circunstancias determinadas que llevan a alguien a romper una promesa, pero un niño no tiene esta capacidad y seguramente va a resentirse y por otro lado a aprender que las promesas no tienen valor.

Cuidado con lo que prometes

Jamás prometas cosas que vayan en contra de tus principios y valores tan solo por lograr la aprobación de otros. Tampoco prometas cosas que sabes que aunque quisieras son imposibles de cumplir. Por ejemplo el niño le dice al padre – me compras un cohete y me llevas a la luna – y el padre hace de ello una promesa. Parece loco y disparatado pero nunca dudo que la realidad supera la ficción. Esto que acabo de recrear no solo se convierte en una promesa cuya posibilidad de cumplimiento es casi nula sino que además contribuye a que el niño alimente sus fantasías infantiles.

Cuida también de hacer promesas cuyo cumplimiento no depende de ti, por ejemplo la familia de la mejor amiga de tu hija se traslada definitivamente de ciudad. Para consolarla le dices – te prometo que pronto regresarán – aun cuando sabes que no es así. Podrías en su lugar decirle – Se han ido definitivamente, pero tal vez vengan a visitarnos o quizás nosotros podemos ir en las vacaciones. –

Enseña a tus hijos a cumplir lo que prometen

Una manera de enseñarles a tus hijos, la lealtad a sus propias palabras, es cumpliendo tú lo que prometes. Tu ejemplo es la mejor enseñanza que un niño pueda tener. Los valores que aprende de pequeño lo seguirán durante toda su vida. De ti depende que él de grande sea un hombre de palabra.

En este otro artículo encontraras como enseñar a tus hijos a ser optimistas: El aprendizaje del optimismo es tan importante como cepillarse los dientes

Nunca debes prometer en momentos de gran emoción

Cuando estés extremadamente feliz o bajo alguna circunstancia de presión en particular procura no prometer nada. Es mejor estar lo más sereno posible para dimensionar todo lo que implica cumplir con lo que estás prometiendo. Cuida de no convertirte en un cúmulo de promesas rotas frente a tus hijos, porque en realidad no se trata tan solo de promesas, se trata de tu credibilidad como padre. Si has de cumplir ¡promete! Para tu hijo eres un superhéroe, si tú dices que es posible, si prometes que lo cumplirás, él confiado en ti y en tu palabra esperará.

Vía: Familias.com

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