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El Papa avanza en algunas líneas amplias de diálogo y de acción que involucran tanto a cada uno de nosotros, como a la política internacional.

 

El Papa Francisco acaba de presentar la primera carta encíclica escrita íntegramente por él y nos sorprende con un tema novedoso: la ecología. Si bien la Iglesia desde hace varios años viene reflexionando sobre las raíces morales de la crisis ecológica, nunca se había abordado el tema con tanta amplitud, profundidad y en un documento de esa jerarquía.

Laudato Si’ es un llamado de atención para todos los cristianos que, divinizando la tecnología, aún creen que el cambio climático y los problemas ambientales son un mito. Para aquellos que afianzados en la superioridad del hombre, desprecian al resto de la creación. O quienes son indiferentes porque piensan que es una situación tan compleja que la actuación individual no generará ningún impacto.

Por otra parte, es una invitación al diálogo y a la reconciliación con todas las personas de buena voluntad -independientemente de su religión- que creen en el cuidado de la naturaleza, como nuestra casa común. El Papa cita el pensamiento ecologista del Patriarca Bartolomé (Iglesia Ortodoxa) e incluso llega a mencionar algunos puntos de la Carta de la Tierra (ONU) lo cual ya ha generado polémica.

El Papa espera que esta carta encíclica, que se agrega al Magisterio social de la Iglesia, nos ayude a reconocer la grandeza, la urgencia y la hermosura del desafío que se nos presenta ante la crisis ecológica y sus consecuencias sociales. En la primera parte hace un breve recorrido por distintos aspectos de la actual crisis ecológica, con el fin de asumir los mejores frutos de la investigación científica actualmente disponible, dejarnos interpelar por ella en profundidad y dar una base concreta al itinerario ético y espiritual.

A partir de esa mirada, retoma  algunas razones que se desprenden de la tradición judío-cristiana, a fin de procurar una mayor coherencia en nuestro compromiso con el ambiente. Luego intenta llegar a las raíces de la actual situación, de manera que no miremos solo los síntomas, sino también, las causas más profundas. Así busca proponer una ecología que, entre sus distintas dimensiones, incorpore el lugar peculiar del ser humano en este mundo y sus relaciones con la realidad que lo rodea.

A la luz de esa reflexión, el Papa avanza en algunas líneas amplias de diálogo y de acción que involucran tanto a cada uno de nosotros como a la política internacional. Finalmente, puesto que está convencido de que todo cambio necesita motivaciones y un camino educativo, propone algunas líneas de maduración humana inspiradas en el tesoro de la experiencia espiritual cristiana.

Si bien cada capítulo posee su temática propia y una metodología específica, a su vez retoma desde una nueva óptica cuestiones importantes abordadas en los capítulos anteriores. Esto ocurre especialmente con algunos ejes que atraviesan toda la encíclica. Por ejemplo: la íntima relación entre los pobres y la fragilidad del planeta, la convicción de que en el mundo todo está conectado, la crítica al nuevo paradigma y a las formas de poder que derivan de la tecnología, la invitación a buscar otros modos de entender la economía y el progreso, el valor propio de cada criatura, el sentido humano de la ecología, la necesidad de debates sinceros y honestos, la grave responsabilidad de la política internacional y local, la cultura del descarte y la propuesta de un nuevo estilo de vida. Estos temas no se cierran ni abandonan, sino que son constantemente replanteados y enriquecidos.

Sin duda, el Papa está haciendo lío pues el pensamiento y propuestas de Laudato Si’ demandarán decisiones valientes de los líderes mundiales, hasta ahora reacios a los problemas ambientales. Quiera Dios que este documento influya en la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático que se desarrollará en diciembre. Así mismo, que sea una oportunidad para hacer una introspección de nuestros hábitos y estrechar vínculos con todos los hermanos con quienes compartimos esta casa común.

 

José Miguel Yturralde Torres

 

Por: José Miguel Yturralde Torres
Consultor de Responsabilidad Corporativa
jmyturralde@ypsilom.com

 

 

 

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