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Si tus hijos ya no viven en tu casa y tienes sentimientos de soledad, puede que estés frente al síndrome del nido vacío. 

Imaginemos esta escena: se reúnen mamá, papá y la última de sus tres hijas que va a dejar la casa. Ella sella la última caja con cinta adhesiva café cortándola apresuradamente con los dientes a falta de tijera. Saca su marcador del canguro que lleva en la cintura y escribe en la caja con letras grandes: “Recuerdos de la infancia”.

Las parejas se reencuentran y los antiguos pasatiempos se redescubren.

Ella, sin decir una palabra, siente una mezcla de sentimientos: nostalgia por dejar su hogar a sus 29 años y a la vez emoción, esperanza por lo venidero y las promesas que la independencia trae consigo. Los papás no saben cómo reaccionar, pese a estar orgullosos de su “bebé”, y se preguntan en silencio: ¿es legítimo el dolor que sentimos?, ¿debemos fingir que no nos duele tanto?

Los tres se abrazan. Poco a poco el carro se va alejando. Ya no pueden verlo ni siquiera oír la falla en el motor que tantas veces le dijeron que arregle. Luego de ambos comentar este pensamiento cierran la puerta y por primera vez en largos años, décadas más bien, la casa se siente silenciosa, calmada y vacía. Se miran uno al otro y saben que ahora tienen un largo camino que recorrer para reencontrarse en su nido, ahora un nido vacío.

Cuando los hijos “se van”

Ya sea por independizarse, estudiar, perseguir una carrera profesional o formar su propia familia es normal que los padres experimenten:

1. Sentimientos de tristeza en forma de nostalgia que pueden durar uno o dos meses.

2. Sensación de vacío en el hogar que deja la partida del último hijo.

3. Dificultad para encontrarle un sentido claro y relevante a la vida.

4. Percepción de que diferencias conyugales, como el no sentir una conexión o incompatibilidad de intereses, empiezan a afectar a la pareja y se hacen más evidentes desde la partida de los hijos.

5. Sentimientos de soledad y falta de compañía.

Si uno o más de estos sentimientos o situaciones cala profundamente en los padres, prolongándose en el tiempo, causando conflictos e imponiendo la desesperanza de que todo lo anterior es algo que no podrá superarse, puede que estén frente al Síndrome del nido vacío.

No se trata de un diagnóstico clínico, más bien es un fenómeno reciente; considerando que no hace mucho los hogares eran multigeneracionales. En una sola casa vivían los abuelos, padres, un par de tíos, primos cercanos e hijos de una familia extensa que se consideraba una unidad. Desde que esa unidad se redujo a la familia nuclear, vemos aparecer este síndrome al momento de que los hijos “se van”.

No debemos confundir la aparición de este síndrome con una coerción de la independencia de los hijos, ya que los síntomas aparecen a pesar de que los padres fomenten y motiven el desarrollo de sus vidas. Pero, si los padres -y más comúnmente la madre- han definido su valor personal por su rol como progenitores van a tener mayor problema en adaptase a no cumplir a diario con esa tarea

Sin embargo, vivir esta transición con una mirada y actitud positiva puede convertirla en una etapa de gran gozo, donde las parejas se reencuentran, los antiguos pasatiempos se redescubren y las oportunidades nuevas se toman de una vez por todas sin las presiones propias de tener hijos que cuidar en casa.

CONSEJOS PRÁCTICOS

1. Ayuda a tus hijos con la búsqueda de lugares para vivir, con la adecuación de dicho espacio y con la mudanza. Sé parte de ese evento, no tienes por qué quedarte de lado, es un evento importante para ti también.

2. Un par de años antes de que pronostiques que tu hijo o hija se ira de casa, pregúntate qué haces para ser feliz además del trabajo. ¿Qué actividad puedes iniciar que no tenga relación con tu rol de madre o padre? ¿Qué pasatiempo dejaste de lado años atrás que quisieras retomar o iniciar ese camino para cumplir un sueño?

3.  Piensa en actividades que puedes realizar con tu hijo una vez fuera de casa: desayunar los domingos, conversar con un café una vez por semana hasta conocer todas las cafeterías de la ciudad, iniciar una clase de idiomas juntos, escribir un libro de historias de la familia, tomar vacaciones en familia, etc.

4. Embárcate en la aventura de volver a conocer a tu pareja, salir a citas, ver películas solos en casa, organizar cenas románticas. Todo aquello que era complicado, a veces incómodo y en muchas ocasiones casi imposible cuando había más personas viviendo en casa.

Los invito a darle una mirada a la paternidad y a la maternidad, las cuales están siempre en constante evolución y llega la hora en que la muestra de amor más grande puede no solo ser “dejar ir a los hijos” sino acompañarlos a distancia en su vuelo sin olvidar que el lazo que los une supera el tiempo y el espacio.

 

Por Camila Valdivieso
Gerontóloga

 

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