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Los hijos son la semilla que somos. El amor y la educación que les demos son el abono para que esa semilla germine como el mejor de los frutos.

Algo hemos perdido a nivel global que afecta la educación que les estamos dando a nuestros hijos. La delincuencia juvenil no es cosa de un país. En los cinco continentes los jóvenes actúan de la misma manera, no respetan a sus mayores, no ayudan en sus hogares, no estudian o apenas lo hacen para pasar las materias, son violentos, huyen a las responsabilidades y los modales brillan por su ausencia.

No es posible que las actuales generaciones traigan el ADN dañado y que por eso actúan diferente, lo que sí creo es que somos los padres los que estamos dando una educación deficiente que provoca jóvenes mal educados.

He aquí lo que a mi entender estamos haciendo mal:

1. Demasiada libertad

Si no ponemos límites a los comportamientos, entonces nuestros hijos crecerán sin límites y sin ninguna idea de dónde terminan sus derechos y comienzan los derechos de los demás, parafraseando a Benito Juárez.

Si no ponemos límites a los comportamientos, entonces nuestros hijos crecerán sin límites y sin ninguna idea de dónde terminan sus derechos y comienzan los derechos de los demás.

2. Reforzamos roles dañinos

Por ejemplo a los varones les tenemos prohibido que muestren sus emociones, mientras que educamos a las niñas en la idea de que por ser mujeres son débiles. Hombres y mujeres somos perfectos y podemos ser mujeres y capaces, lo mismo que hombres y sensibles. La idea es que sean seres humanos respetuosos consigo mismos, con sus semejantes, y con su entorno.

3. Evitamos que se sientan cómodos con ellos mismos

A lo que voy es que la mayor parte del tiempo desaprobamos a nuestros hijos, en vez de hacer que se sientan felices y a gusto en su propia piel.

4. Confundimos y los confundimos con las demostraciones de amor

Creemos que dar amor es dar regalos, cuando dar amor es dar tiempo, ser empáticos, es estar para ellos, ser leales, valorarlos, aceptarlos, orientarlos, hacerlos responsables, comprometidos, educarlos con valores.

5. No escuchamos a nuestros hijos

Como padres sentimos que es nuestra obligación no equivocarnos; por consiguiente, somos incapaces de dar espacio a otras opiniones o perspectivas, en especial si vienen de nuestros hijos, lo cual crea un abismo entre ellos y nosotros.

6. Les hacemos creer que lo merecen todo

En realidad debemos enseñarles que las cosas se ganan; que si quieren nuestra confianza, ganársela dependerá de qué tan capaces son de cumplir con lo que prometen, de respetar la palabra empeñada y de cumplir con los compromisos. Tu respeto irá en correspondencia a qué tanto te respetan a ti y así sucesivamente.

Todos los niños del mundo nacen con la capacidad de amar, de convertirse en la mejor versión posible de sí mismos.

7. No nos involucramos en sus vidas

Esto es de lo más común: hoy por hoy no sabemos el nombre de nuestros vecinos, mucho menos el de los amigos de nuestros hijos: a dónde van, qué hacen en su tiempo libre, etc. Y con ello les demostramos que no nos importan y que eso está bien.

8. Reprendemos con crueldad o por el contrario no reprendemos en absoluto

Ambas cosas provocan que perdamos el objetivo de educar a nuestros hijos. El castigo excesivo quebrantará su voluntad y su carácter; mientras que la falta de castigo los educará en la idea de que las consecuencias no aplican para ellos.

9. Tiempo libre sin supervisión ni propósito

No es lo mismo el niño que en su tiempo libre lee, aprende a nadar, a dibujar, a ayudar, que el niño que en su tiempo libre está a solas sin que su mente sea estimulada.

Si acostumbras a tus hijos a darles algo a cambio de cumplir con sus deberes, el resultado es que no querrán hacer nada si no reciben un beneficio a cambio.

10. Usar el chantaje o soborno para hacer que haga las cosas

Todos los niños del mundo nacen con la capacidad de amar, de convertirse en la mejor versión posible de sí mismos. Son sus circunstancias de vida, la forma en que los educamos, los alentamos, los inspiramos lo que en la mayoría de los casos hace la diferencia. Y tú, ¿qué clase de diferencia estás haciendo en la vida de tus hijos?

 

Vía Familias.com

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