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En un mundo donde prima la competencia y la rapidez, los abuelos son imagen de gratuidad y serenidad: un bagaje que deben transmitir desde la familia.

Los abuelos pueden humanizar la sociedad y colaborar con los más jóvenes, porque ellos distinguen la gratuidad frente a la competencia y el sosiego frente al apuro cotidiano.  Es lo que destaca María Dolores Dimier, profesora del Instituto de Ciencias para la Familia en Buenos Aires, que estuvo dictando un seminario en Guayaquil por el Instituto de Matrimonio y Familia.

En una sociedad donde se descarta a los adultos mayores por la rapidez con la que vivimos cada día, el legado que puede transmitir un abuelo es su sabiduría de saborear la vida, con  un bagaje de todos los proyectos realizados y la motivación  de los que aún tiene por delante cada día.

En este sentido, los abuelos son una pieza fundamental en el ciclo familiar y en el crecimiento de los nietos.

El abuelo en la vida de un nieto

El abuelo es historia, tradiciones, cultura, valores, patrimonio ético. Nadie mejor que un nieto para recibir todo este bagaje, porque está ávido por conocer cosas nuevas. “En una sociedad donde prima la competencia, el abuelo es la imagen de lo opuesto: es la gratuidad. En una sociedad donde prima la rapidez, lo fugaz, el abuelo es serenidad. En cuanto a los valores culturales, el abuelo está un poquito fuera de contexto; sin embargo, es lo que la sociedad hoy necesita”, dice Ma. Dolores, quien enfatiza sobre todo en el vínculo intergeneracional.

Hay determinadas condiciones para que el vínculo entre una y otra generación sea significativo: que el abuelo sea parte de la biografía del niño, y para eso tienen que existir momentos compartidos: “Debe ser un vínculo liberador, que reafirme a cada uno en su propia identidad. El nieto no tiene que ser algo que llene parte de la vida del abuelo, sino que sea algo pleno. Así ambos se van realizando y van creciendo”.  El vínculo es ida y vuelta, ambos están en posibilidades de aprender: el niño de la historia de su abuelo, y cómo sigue a lo largo de la vida. Y el abuelo, con una apertura para conocer las nuevas realidades, a seguir aprendiendo, a pesar de la dificultad que representen para él.

También hay abuelitos a quienes les ha tocado ser padres y abuelos al mismo tiempo, ante lo cual esta experta en Pedagogía Familiar, previene sobre el riesgo de que se desdibujen las fronteras de las funciones y los roles. Sin embargo, se puede, dice la doctora Dimier, y ¿quién puede lograr esto? el abuelo: “Recordando y haciendo un espacio donde hay una presencia viva de alguien que no está físicamente presente. Que no se pierdan los tiempos de juego con el nieto”, insiste.

¿El papel de papá es educar y el del abuelo consentir?

Los abuelos no deberían transgredir las normas que han puesto los padres, opina la doctora Dimier. Por el bien del nieto, el abuelo más bien tiene que afianzar las normas de los padres, pero con más serenidad, con cierto tiempo, con otro trato.  “Un papá tiene que cumplir con su trabajo, conseguir los recursos económicos para mantener a su familia, cumplir con las exigencias que le pone la escuela en la educación de sus hijos… En medio de eso, el abuelo es el pie de aplomo, pero siempre debe respetar, aún cuando no esté de acuerdo con la educación que le estén dando sus hijos a los nietos. Se puede hablar a solas con el hijo, darle su opinión o un consejo, pero siempre respetar”, aconseja la experta.

Los problemas dependerán de la sabiduría del abuelo para no entrometerse en la vida de su hijo. Una vez que llegó el bebé a casa, la pareja tiene tareas importantes como lograr acuerdos internos, que van desde lo más cotidiano: ¿puedes preparar el desayuno mientras le cambio los pañales? “Ante la llegada del nieto, el abuelo no tiene que estar metido en la familia de su hijo, sino que su rol radica en acompañar en la vida. El proceso de la tercera edad es una invitación a empezar a saber correrse, porque el protagonismo del adulto mayor no tiene que ver tanto con el estar presente, sino con el estar disponible”.

MARÍA DOLORES DIMIER

Es doctora en Humanidades, con un masterado en la Universidad de Navarra sobre Matrimonio y Familia. Cuenta con un diplomado en psicología de los vínculos familiares y ha dictado varias conferencias sobre pedagogía familiar en Latinoamérica.

 

 

Por: Sonia María Crespo de Illingworth
        y María José Tinoco

 

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