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Algunos héroes sin capa se atormentan preguntando por lo que hicieron o no dejaron de hacer durante el embarazo y nunca encuentran la respuesta porque sencillamente no la hay.

El momento de tener a nuestro hijo recién nacido en brazos es sin duda un instante sublime. Es realmente ver el milagro de Dios, de la vida, ahí frente a nosotros… Después de ese momento mágico, quiero confesarles que por lo menos a mí me dio un susto terrible de reconocer que este pequeño que Dios me ha encomendado, en su plan de amor, es responsabilidad mía y de mi esposo, que por un tiempo yo voy a decidir por él y que después tengo que enseñarle a tomar decisiones, valerse por sí solo y que de ahora en adelante todo lo bueno o malo que haga repercutiría en su vida.

La analogía que para mí más se acerca a ser padres es subirte a una montaña rusa, esas vueltas, caídas al vacío, tirabuzones, te quedas en cierto momento sin piso, mueres por milésimas de segundos, pero te gusta y ahí estas repitiéndolo porque te encanta.

La llegada de un miembro “especial”

Los hijos vienen sin manual de instrucciones y los padres por más doctorados y maestrías que tengamos muchas veces no sabemos qué hacer. Un capítulo aparte es cuando tenemos un hijo “especial” en la familia; por ellos y por esas madres quise escribir este artículo.

Ellas son sin lugar a dudas unos super héroes sin capa, tienen poderes y una fuerza envidiable. Les nombro algunas de las situaciones que a diario tienen que vivir y muchas personas –sin saber lo que han pasado y pasan día tras día– las juzgan.

Después de escuchar el diagnóstico de sus hijos (que para muchas es reafirmar lo que ya intuían) tienen que sacar fuerza de donde no hay, ya nada será igual, todo cambia. Cuando digo todo hablo desde lo más básico: dinámica de la familia, reglas en casa. Ante este cambio abismal, cuando la madre asume el duelo se convierte en un “cable a tierra”: tiene que reaccionar, devolver serenidad, buscar información, tranquilizar, aprender.

Su rol de madre debe de ser modificado y en parte la intimidad de la familia vulnerada ya que tienen que abrirle las puertas a gente extraña que le va a enseñar como ser mamá de ese hijo, cómo hablarle, cómo cantarle, cómo jugar, cómo reaccionar ante situaciones adversas, etc. ¿Complicado no?

Las mamis héroes

Muchas piensan y sienten que son juzgadas por el entorno, algunas se atormentan preguntando por lo que hicieron o no dejaron de hacer durante el embarazo y nunca encuentran la respuesta porque sencillamente no la hay. No por esta situación que les toca enfrentar con valentía dejan de amar a sus hijos, de protegerlos, de cuidarlos, de evaluarlos a ratos constantemente. Viven en una tensión constante pensando que cada actividad que realicen sus hijos es una especie de prueba que deben de superar desde el ingreso a un preescolar, ir a un cumpleaños o de compras. Lamentablemente nuestra sociedad no los acepta, los califica y clasifica y ellas deben de andar pidiendo disculpas por lo que hacen, dejan de hacer o no pueden hacer sus hijos.

Las mamis héroes también tienen la dicha de vivir momentos de gozo y felicidad, que en ocasiones algunas no sabemos apreciar. Cada progreso de sus hijos será motivo de una alegría inigualable, que les dará la fuerza para seguir adelante y no bajar los brazos cuando en ocasiones el panorama puede ser desalentador.

Los días de estas mamis también tienen 24 horas y en ese tiempo tienen que atender su casa, trabajo (muchas quisieran dejarlo pero no pueden por que tienen que generar recursos para pagar las terapias), otros hijos, esposo, llevar a su hijo a las terapias o clases especiales y lograr hacer todo con una paciencia de santa y la exactitud de un reloj suizo no es nada fácil.

Realmente estas mamis y papis –afortunadamente son cada vez más los que acompañan a las madres en esta tarea– son los héroes sin capas de sus hijos que luchan día a día por brindarles un mundo de aceptación y oportunidades, a todos ustedes mi admiración y respeto por lo que hacen por ellos.

Al grupo de mamis y papis que nos ha tocado una paternidad menos complicada, pongámonos en los zapatos del otro, abracemos a nuestros hijos y agradezcamos por la bendición de ser padres.

Por: Ingrid Abad

Mg. Desarrollo de la Inteligencia y Educación

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