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Cuando Dios nos pone pruebas en la vida hay que saber cómo acudir a él para salir adelante.

Somos María Cecilia y Juan Carlos Castelblanco y estamos casados hace 26 años. Nuestra historia nace desde nuestro enamoramiento, cuando Dios puso en nuestros corazones el deseo de ser una familia “diferente” y “numerosa”.

Sin embargo, el tiempo pasó y cada mes se volvía un compás de espera por una señal de fecundidad. Optamos por consultas médicas que mostraron que teníamos tierra fértil, pero no la semilla requerida. Éramos estériles.

Frente a una situación tan inesperada, Dios nos regaló la compañía del otro. Entendimos que Él quería que nos abandonáramos en sus brazos, aceptando sin cuestionar un nuevo camino. Así iniciamos un proceso de adopción.

El fruto y milagro del amor

Durante los meses del proceso de adopción recibimos una noticia inesperada. Recuerdo que Ma. Cecilia me dijo que tenía algo urgente que contarme. Al llegar a casa me entregó un sobre con un examen de embarazo positivo. Nos abrazamos y llorábamos de emoción, sin entender, sin preguntar, solo amándonos y dando gracias a Dios.

La alegría de ese milagro duró unos meses. Nuestro angelito se fue a los brazos de la Mater un Viernes Santo, pero nos dejó una luz encendida y la esperanza viva. Exactamente un año después nació un precioso regalo de Dios. El mismo ritual se repitió 3 veces en los siguientes 5 años. Xavier Nicolás, Oscar Andrés y Mateo Sebastián se sumaron a Juan Carlos, para llenar de bulla y emoción nuestras vidas.

Propuestas inesperadas

Más adelante, no recuerdo exactamente cómo nos enteramos del caso de una bebé que necesitaba de una familia. Con la venia de Dios y felicidad de nuestros hijos, fuimos al encuentro de esta pequeña de 4 meses. Ella estaba ahí acostada en su cunita, aunque no tenía mucha movilidad en sus piernitas ni sostenía su cabeza.

Nos enamoramos mutuamente y comenzamos un camino difícil. Mientras Mary se dedicaba a cuidar de la bebé visitándola a diario, yo me focalizaba en los trámites.

Por una epidemia en el orfanato, el proceso de adopción se aceleró y tuvimos a la pequeña Raquel en nuestro hogar antes de lo previsto. Nuestra casa fue una fiesta la recibieron parientes y amigos quienes sintieron parte del gozo que llenaba nuestro hogar. Actualmente, Raquel tiene 17 años y aunque presentó un cuadro de sordera, por desnutrición en la etapa de gestación, es una niña amorosa, feliz y con pasión por la pastelería.

Hace tres años cuando ya éramos 8, por la llegada de nuestra última hija MaríaCe, nos llamaron a comunicar que unas gemelas estaban en proceso de adopción por una pareja que pasaba por diferencias matrimoniales. Sabían que nosotros estábamos abiertos a adoptar. Sin embargo, luego de un tiempo de tener a las pequeñas, la mamá las quería de regreso. Lo pusimos en oración y Dios nos habló. Ser pro vida es asegurarle a una mamita que la vida que Dios le ha regalado merece ser vivida.

Nuestros 6 hijos tienen una relación totalmente normal, se quieren y se dan de cocotazos como todos los hermanos. Y nosotros hemos aprendido que Dios está a cargo de todo, nuestra única ocupación es ser fieles a Él y escuchar su corazón.

 

Por: María Cecilia y Juan Carlos Castelblanco

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