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Un proyecto de educación liderado por los más pequeños de casa propone una nueva forma de cambiar el mundo.

Dejar que los niños desde pequeños descubran que sus acciones pueden marcar una diferencia en su entorno, fue lo que motivó a los directivos del Preescolar Delta-Torremar a emprender el proyecto “Aquí cambiamos el mundo”. Con mucha ilusión iniciaron esta campaña hace tres años para inculcar a sus pequeños habilidades sociales como la gratitud y la valentía, pero en este periodo lectivo ellos han decidido cambiar el mundo con solidaridad.

“Queríamos que los niños tengan la vivencia, y no solo el conocimiento, de que las pequeñas acciones pueden repercutir en el mundo. No podemos cambiar lo que pasa en Siria o Afganistán, pero sí lo que pasa a nuestro alrededor”, asegura María Gabriela Ottati, directora de este centro educativo.

Es así que, al ver las necesidades de las familias afectadas por el terremoto del pasado 16 de abril, decidieron canalizar su ayuda solidaria a través de la campaña “Corazones comprometidos”, a cargo de la Iglesia rectoral San Josemaría Escrivá.

“Si los niños pueden participar en la  solución del problema, ellos lo asimilarán muy bien”.

“Tito”, el grillo protagonista de los cuentos del preescolar, fue el encargado de contarle a los niños lo ocurrido en Manabí. “Utilizamos un cuento con aspectos lúdicos y lenguaje sencillo para que ellos comprendieran el concepto de la realidad y quieran ayudar a Manabí”, nos explica María Gabriela, quien además fue la encargada de darle vida a esta historia.

Se escogió a “Tito” y a su amigo “TocToc”, un pájaro carpintero propio de Manabí, como protagonistas de la historia a la que llamaron “TocToc necesita ayuda”. En la narración este pájaro le cuenta a Tito que la tierra tembló con mucha fuerza, “parecía que estábamos dentro de una licuadora gigante”, le dice, “todos los pájaros carpinteros de la zona están ayudando a la reconstrucción, pero están preocupados porque pronto se quedarán sin materiales”. Tito, muy preocupado, reconoce que “este es un problema muy gordo” y recuerda que tiene unos amigos en el preescolar que de seguro lo van ayudar.

Ayudando a TocToc

“Se le contó esto a los niños, se hizo una obra de teatro con el cuento y luego les escribimos a los papás a contarles la idea”, señala Ottati emocionada. Ellos deben reunir 20 dólares en el primer trimestre, de forma voluntaria, para llegar a la meta propuesta. Pero el objetivo de esta campaña no es únicamente entregar el dinero, sino que los niños aprendan cómo se consiguen 20 dólares.

Venta de galletas, negritos, limonada, aguacates, dibujos, pancakes de banana y hasta entradas para una obra de teatro, son algunas de las iniciativas que estos pequeños han sacado adelante junto a sus padres. “Hemos recibido correos espectaculares de los papás agradeciéndonos por la oportunidad que le hemos dado a los niños. Todos están entusiasmados por contar lo que sus hijos han aprendido”, afirma.

El proyecto, agrega María Gabriela, también refuerza entrelíneas el valor del trabajo y el dinero porque la manera de hacer solidaria a las personas, y menos fijada en lo superficial, es justamente enseñándole el valor que tienen las cosas. “Ese niño que prepara negritos y los vende a un dólar está entendiendo que cada vez que compra un dulce hay un trabajo atrás, que cada vez que le sirven la comida en la casa hay un proceso en donde alguien estuvo en la cocina. ¡Estamos haciendo gente más madura!”.

Con orgullo este plantel educativo afirma que el proyecto terminó siendo una cadena de solidaridad dirigida por los más chiquitos de casa, quienes con mucho entusiasmo le cuentan a sus amigos y familia por qué están ayudando a TocToc. A muchos les sorprende que a su corta edad ellos asimilen una situación difícil, como lo es un terremoto, y eso María Gabriela lo respalda afirmando que “los niños son mucho más capaces de lo que los adultos pensamos, lo importante es la manera en que le comunicas, si les permites participar en la solución de un problema, ellos lo asimilarán muy bien”.

Es así como los amigos de Tito, de 3, 4 y 5 años, ayudan a TocToc para que su problema en Manabí “ya no sea tan gordo” y para regalar sonrisas y esperanza a quienes lo perdieron todo.

Por: María José Tinoco
Editora
mtinoco@revistavive.com

 

 

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