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 ¿Sientes miedo de decir lo que piensas? ¿Cómo reaccionas ante una crítica? ¿Te produce ansiedad, taquicardia o sudoración hablar con otros? ¿Piensas que no eres capaz de hablar sobre temas interesantes? ¿Sientes siempre que te vas a equivocar? ¿Piensas que te faltan habilidades comunicativas?

Si alguna de estas respuestas es afirmativa, podríamos estar hablando de la existencia de un déficit en habilidades sociales. Las habilidades sociales son un conjunto de conductas necesarias para conseguir un objetivo ante situaciones sociales específicas.

Nos permiten interactuar y relacionarnos con los demás, de manera efectiva y satisfactoria.

Nuestras habilidades sociales son conductas aprendidas, es decir, no nacemos con ellas sino que a lo largo de nuestro crecimiento las vamos incorporando a nuestro repertorio habilidades útiles para relacionarnos con quienes nos rodean. El hecho de poseerlas evita la ansiedad en situaciones sociales difíciles o novedosas, facilitando la comunicación emocional, la resolución de problemas y la interacción con los demás.

Esta guía puede resultar muy útil a la hora de enfrentar interacciones sociales que se nos dificultan. Lo importante es ser constante y volverlas un hábito:
  • En la comunicación verbal es importante ser directo y fluido, con un tono de voz firme y verbalizaciones positivas. Utiliza el “quiero”, “pienso”, “hagamos”, “¿que piensas?
  • En la comunicación no verbal mantén un contacto visual directo, postura relajada y manos sueltas (asentir, sonreír si amerita el caso, interesarse por el otro).
  • Inicia y mantén una conversación. Una buena opción es mantenerse actualizado con noticias y temas del momento o también utilizar los temas que más te interesen. Lo importante es reflejar confianza y comodidad.
  • Si te sientes muy nerviosa/o, ten siempre a la mano algún objeto pequeño en el que puedas focalizar la ansiedad, por ejemplo un clip.
  • Los ejercicios de respiración son un éxito en casos de ansiedad social. Tres respiraciones lentas y profundas antes de iniciar un diálogo pueden darle un cambio completo a tus nervios.
  • Utiliza preguntas abiertas. De ésta manera estás manteniendo una conversación y no un monólogo.
  • Hacer preguntas asertivas. Frente a una crítica inespecífica, pedir la información para entender el punto de vista del otro. Por ejemplo: ¿Qué exactamente es lo que te está molesta de mí en estos momentos?
  • Repetir lo que la otra persona dice o siente con tus propias palabras. De esta manera el otro sabe que lo has entendido y que estás interesado.
  • Técnica del sándwich. Comienzas con un aspecto positivo de la persona, luego un aspecto que podría mejorar y finalmente unas palabras de ánimo. Por ejemplo: “Sé que te estás esforzando en cambiar tu actitud frente a … y se nota porque has mejorado.”
  • Responder a las críticas. Lo ideal es reconocer los aspectos reales de la crítica, sin ser defensivo o contraatacar al otro y refutando de forma adecuada con lo que no estás de acuerdo. Por ejemplo: “Tienes razón, me demoré mucho, pero debía acabar este trabajo súper importante”
  • Ofrecer cumplidos en una forma sencilla pero altamente eficaz de ser empáticos y conectar con el otro (ojo, sin ser exagerados).

 

Por: Psic. Cl. María José Barredo S.

Master en Cuidados Paliativos y Psicoterapia

mjosebarredo@gmail.com

 

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