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Comprender lo que significa la Eucaristía, pone fin a la discusión de quién puede o no recibirla.

La Eucaristía es un regalo que Dios ha dejado entre sus hijos, no un premio que merecen algunos; es la evidencia de que Dios quiere tener una historia de amor con cada uno de nosotros. Esto es lo que el Padre Ricardo Reyes explicó en su charla “¿Por qué es necesario ir a Misa para ser cristiano?”

Este sacerdote panameño que pertenece a la diócesis de Roma, es doctor en Liturgia de la Iglesia y autor del libro Cartas entre Cielo y Tierra. En su visita a Guayaquil habló sobre la urgente tarea del cristiano de redescubrir la Misa, y aprovechamos para preguntarle sobre la comunión para los divorciados en nueva unión.

¿Cómo podemos definir el sacramento de la Eucaristía?

Nosotros tenemos un esquema muy limitado de lo que es la Eucaristía, como si fuera un precepto o algo que tenemos que hacer y en el cual está el “premio”, para quien lo puede recibir. Pero, en realidad, la Eucaristía es algo mucho más profundo. La celebración de la Santa Misa es un encuentro real con la persona de Jesucristo, es el medio que Él ha dejado entre nosotros. ¿Para qué? Para que podamos tener una experiencia de su resurrección aquí en la Tierra. Solo si Cristo ha vencido la muerte, solo si la Pascua es real, solo si existe la vida eterna, entonces yo puedo amar, darme, entregarme a los demás y vivir mi vida en profundidad. 

¿Qué sentido tiene la Misa en nuestra vida?

Si tú me dices tradúceme la Misa en una frase, yo te digo: reconocer mis faltas para encontrarme con el ser de Dios. No la entendemos bien, su lenguaje, a pesar de ser una cosa muy rica, tiene una estructura de rito y cada vez que el hombre ve un rito se acostumbra.

¿Cómo desacostumbrarnos y ver su esencia?

Algo fundamental –que lo decía el Concilio y lo dice la Iglesia- es la formación. Nosotros tenemos que redescubrir lo fundamental de la Misa, no la teología sobre qué es la Misa, sino ¿por qué el cura hace eso?, ¿por qué dice eso?, ¿qué es lo que yo estoy llamado a hacer? Si yo lo redescubro, lo vivo de un modo más profundo.

¿En qué estado debemos estar para ‘merecer’ recibir la Eucaristía?

Nosotros nunca somos dignos de nutrirnos de Cristo, pero el Señor nos ha dado ese regalo.

“Los divorciados vueltos a casar que sufren no poder comulgar;  no comulgando, comulgan”.

El Papa Benedicto XVI una vez hablando de la comunión a divorciados vueltos a casar, decía una cosa muy fuerte: “¿Quién de nosotros puede decir quién puede comulgar o no?” Si nos ponemos una mano en el corazón, nadie puede comulgar. Es un regalo que no se puede parar, es una cosa grandísima, nosotros tenemos el milagro que Dios se una a nosotros. Que la vida eterna entra en nuestra vida, que el cielo entra en nuestra tierra.

Esto no se trata de si eres digno de recibir o no, es que la Eucaristía es un regalo. La Iglesia te invita sin duda a confesarte una vez al mes, a no tener pecados graves, pero no son requisitos que hay cumplir, eso es parte de una relación, porque necesito encontrarme con Dios. Si me preguntas cuáles son los requisitos, yo te digo: un corazón humilde y deseo de Dios, porque eso te lleva a buscar a Jesús de muchos otros modos. 

¿El Papa Francisco ha dado luz verde a la comunión a divorciados vueltos a casar?

El Papa no ha dicho nada al respecto. Sí dijo una frase muy fuerte interpretada en muchos modos: “Los divorciados vueltos a casar no son excomulgados”. Pero eso no es una novedad. Excomulgar es una cosa muy seria; la comunión es otra cosa. Poder participar de la comunión es una cosa mucho más profunda. No es ningún premio, es vivir conforme a lo que estamos anunciando. Nosotros estamos anunciando que la vida es si la das, si te niegas, si entras en el absurdo de la cruz. Comulgar quiere decir que estás en comunión con eso, que tú quieres entrar en el absurdo, el problema es que quien comulga, muchas veces, no tiene la conciencia de la gravedad que está haciendo. Por eso, San Pablo dice: “miren cómo comulgan, no será que están comiendo su condena”. 

¿Los divorciados vueltos a casar pueden participar de alguna forma de esta comunión con Cristo?

El Papa Benedicto XVI decía siempre: “Los divorciados vueltos a casar que durante la Misa sufren en el no poder comulgar”, en ese entrar al absurdo de la obediencia, no comulgando comulgan, porque están entrando en ese sufrimiento, en ese absurdo. Eso es comulgar.

¿La comunión espiritual la puede recibir un divorciado que vive en nueva unión?

Claro, porque hay un sufrimiento. Primero que todo, no es que hay una ley o una etiqueta para los divorciados vueltos a casar. Cada uno tiene una historia, un dolor, hay mil cosas detrás, si la persona tiene una necesidad de encontrarse con Dios en el sufrimiento que está viviendo, imagínate si el Señor no le regala esa comunión espiritual con Él.

¿Y alguien en pecado mortal la puede recibir?

Si la persona vive en pecado mortal, no creo que tenga mucho deseo de vivirla, porque más que recibirla es algo que se vive. Para tener un pecado mortal tiene que haber materia grave, pleno conocimiento. Pero, si una persona tiene pleno conocimiento de lo que está haciendo, no sé cuánto esa persona tenga el deseo de esta comunión espiritual. Todos pecamos todos los días, grandes o pequeños pecados, pero en medio de los pecados, muchos se voltean y buscan ayuda, buscan consuelo. Por eso, el punto es: ¿encuentras el amor en tus pecados?, ¿buscas la ternura de Dios? Eso es todo.

Hay quienes dicen que Dios no los va a condenar si no hacen algo que la Iglesia manda, porque la misericordia de Dios es infinita…

Hay algo muy importante que debemos entender. El cielo, el infierno, la salvación o la condenación comienzan aquí hoy, no mañana. La gente cree que eso lo van a ver cuando mueran, no. Tu cielo y tu infierno te los construiste ahora. “Es que Dios me va a perdonar”, sí, quizás Dios te va a perdonar, pero ¿de qué vale si no experimentaste ya el cielo aquí en la Tierra, si no tocaste cosas maravillosas? La vida está para descubrir eso, para encontrar nuevos horizontes, ver ventanas que se abren, no para sobrevivir día tras día tratando de ir adelante. El problema es que nuestro pecado más común es la pereza y no queremos descubrir lo que tenemos. 

Nos impresionó el título de su obra “Me dejé seducir”, ¿cómo el Señor nos seduce?

Bueno el Señor es lo más romántico que hay, es lo más dulce, solo que no nos damos cuenta. Inventa de todo en nuestra historia para conquistarnos, siempre va detrás de nosotros. Nos busca, nos conquista. El punto es si yo tengo la capacidad de abrir los ojos y ver a Aquel esposo que quiere unirse conmigo, porque toda la historia de Dios con su pueblo de Israel siempre lo representa como el esposo fiel y la esposa infiel. Él viene a unirse a nosotros en la Eucaristía a pesar de nuestra infidelidad. Los padres de la Iglesia decían que el altar es donde Dios se une con su pueblo.

¿Qué se le puede decir entonces a un joven que no ve la necesidad de acercarse a la Eucaristía?

A un joven tú lo conquistas si siente que eres auténtico, entonces es mi tarea ser auténtico. Si yo vivo verdaderamente el encuentro con el Señor, eso cambia la vida de los jóvenes, de todos. La solución no es que él vaya a Misa, la solución es que vea un signo que lo ayude a abrirse, a tener el deseo de vivir eso y después Dios hará su historia con él. ¿Yo sirvo de escándalo? ¿o lo ayudo a abrirse a la fe? Eso tenemos que preguntarnos.

 

Por: María José Tinoco
Editora
mtinoco@revistavive.com

 

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