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Cinco hábitos que conducen a los padres por el camino de excelencia en la educación de sus hijos.

 

El mundo cambió tanto, que con la educación anterior hoy no hacemos mucho. No deja de sorprenderme observar en mi experiencia educativa cómo muchos padres buenos tienen hijos cuyos valores no corresponden a los suyos. La potencia con la que debemos educar hoy día para contrarrestar la cultura de antivalores que trae el alud mediático que reciben 24/7 -junto con la también excelente información o conocimientos- licúa todo con un saldo final disparejo.

No hay mucho que aumentar, pues este esquema resume lo que probablemente todos los padres soñamos ser para nuestros hijos y dejarles como herencia de vida.  Lo importante es conocer las diferencias entre ser un padre bueno y uno extraordinario, pues nada de los frutos que se den en nuestros hijos son casualidad o solo genética.

Solo con la guía, criticidad, tiempo y amor de los padres con el hijo, permite que el resultado final no sea una triste mezcolanza educativa. Y esta propuesta para ser padres brillantes va aún más allá de esto. Cinco hábitos nos van conduciendo por el camino de la excelencia.

 

HÁBITO 1: Los buenos padres dan buenos obsequios, padres brillantes dan su propio ser.

¿Qué desarrollan los hijos? Autoestima, protección capacidadhabito 1 para manejar pérdidas y frustraciones, filtrar estímulos estresantes, dialogar, escuchar.

Los padres buenos atienden -dentro de sus condiciones- los deseos de sus hijos. Los padres brillantes dan algo incomparablemente más valioso a sus hijos, algo que todo el dinero del mundo no pueden comprar: su propio ser, sus vidas, sus experiencias, sus lágrimas, su tiempo.

Los padres que viven en función de dar regalos a sus hijos son evocados por rato. En cambio, los padres que se preocupan en comunicar su historia a los hijos, se convierten en inolvidables. Muchos trabajan para darles el mundo a sus hijos, pero se olvidan de abrirles a ellos el libro de su propia vida.

 

HÁBITO 2: Los buenos padres nutren el cuerpo, los padres brillantes nutren la personalidad.

¿Qué desarrollan los hijos? Reflexión, libertad controlada, valor,habito 2 optimismo, superación del medio, prevención de conflictos.

Los buenos padres cuidan de la nutrición de sus hijos, los estimula a tener una buena dieta, con alimentos sanos, tiernos y frescos. Los padres brillantes van más allá, saben que la personalidad necesita excelente nutrición psíquica, se preocupan por los “alimentos” que enriquecen la inteligencia y la emoción.

Debido a que la sociedad se convirtió en una fábrica de estrés, no hay control sobre el proceso de formación de la personalidad de nuestros hijos. Antiguamente, una familia estructurada era garantía de que los hijos desarrollarían una personalidad saludable. Hoy, los buenos padres están produciendo hijos ansiosos, alienados, autoritarios, angustiados, que atraviesan grandes conflictos. Los padres brillantes preparan a los hijos para que sobrevivan en las turbulentas aguas de la emoción y desarrollen capacidad crítica.

 

HÁBITO 3: Los buenos padres corrigen los errores, los padres brillantes enseñan a pensar.

¿Qué desarrollan los hijos? Conciencia crítica, pensar antes dehabito 3 reaccionar, fidelidad, honestidad, capacidad de averiguar, responsabilidad social.

Los buenos padres corrigen errores, los padres brillantes enseñan a los hijos a pensar. Entre corregir errores y enseñar a pensar, existen más misterios de lo que imagina nuestra psicología. Has que tus hijos reflexionen. Los viejos regaños y los conocidos sermones definitivamente no funcionan, sino que desgastan la relación.

Cuando abres la boca para repetir las mismas cosas, inconscientemente estimulas la aparición de determinados archivos de la memoria que contienen viejas críticas y como tus hijos ya saben todo lo que vas a decir, se armarán, se defenderán y lo que digas no les penetrará, no les generará un momento educacional.

No insistas en repetir las mismas cosas, por los mismos errores, para las mismas terquedades, porque los hijos continúan repitiendo las mismas faltas. Los mismos errores merecen actitudes nuevas. 

 

HÁBITO 4: Los buenos padres conversan acerca del mundo en que están, los padres brillantes dialogan como amigos sobre el mundo que son.

¿Qué desarrollan los hijos? Solidaridad, compañerismo, placer dehabito 4 vivir, inteligencia interpersonal.

Entre conversar y dialogar hay una gran diferencia. Conversar es hablar sobre el mundo que nos rodea, dialogar es hablar sobre el mundo que somos. Dialogar es contar experiencias, es sacar lo que está oculto en el corazón, es penetrar la cortina de los comportamientos, es desarrollar la inteligencia interpersonal.

Más de la mitad de los padres nunca tienen el valor de dialogar con sus hijos sobre sus temores, pérdidas, frustraciones. La mayoría de los educadores no consiguen atravesar la cortina de los comportamientos. Muchos padres e hijos viviendo en el mismo techo permanecen aislados. Dicen que se aman, pero gastan poca energía en cultivar el amor. Cuidan de las paredes cerradas, los problemas del auto, pero no cuidan los cierres de la emoción y los problemas de relación.

 

HÁBITO 5: Los padres buenos dan informaciones, los padres brillantes son contadores de historias.

¿Qué desarrollan los hijos? Creatividad, inventiva, perspicacia,habito 5 raciocinio, capacidad para encontrar soluciones en situaciones difíciles.

Los padres buenos son una enciclopedia de informaciones. Los padres brillantes son agradables contadores de historias, son creativos, perspicaces, capaces de extraer de las cosas más simples, bellísimas lecciones de vida.

Apenas tengan el hábito de dialogar, cuenten historias, cautiven a sus hijos por su inteligencia y afectividad y no por autoritarismo, dinero o poder. Nunca es tarde para reorientar nuestra forma de ser padres. Eso depende de tu plasticidad neuronal y del amor que le adhieras a esto,  porque esa es la fuerza más grande. Evalúa tu proceder y decide qué hábito mejorar en tu rol de padre o madre. Seguro ya tienes algunos de estos y debes complementarlo con los que te hacen falta.

 

Por María Helena Manrique de Lecaro
Directora de Orientar
orientar.tuvida@gmail.com

 

 

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