Compartir:
Aprendieron nuevas cosas y descubrieron todo lo bueno que este nuevo destino tenía para ellos.

 

Esperar un hijo es una de las aventuras y vivencias más emocionantes de la vida. Papá y mamá ponen en marcha no solo la decoración de la habitación del bebé, sino también su atención y empeño para que no se escape algún detalle.

La vida les entregó un regalo que llegó a iluminar sus vidas.

¡Finalmente llegó el día! La ansiedad, la felicidad e incluso el miedo son algunas de las emociones que se encuentran en el corazón de los futuros papás al acercarse el momento. Pero, ¿qué pasa cuando esa espera se vuelve una realidad que quizá ellos no habían imaginado?

Pili y Javier bautizaron a Amanda el 4 de enero de 2016.
Pili y Javier bautizaron a Amanda el 4 de enero de 2016.

Pili Peré y Javier Sper vivieron esta historia. Hace 5 meses la vida les entregó un regalo que llegó a alegrar sus vidas: Amanda, su segunda hija, nació con Síndrome de Down.

Vivían en Estados Unidos, junto a José Javier su hijo de 3 años, por una maestría que Javier seguía en Pennsylvania. Pero, estos padres no sabían que Amanda tenía un problema genético hasta el día que nació.

“A las 33 semanas de embarazo tuve que dar a luz porque se me presentó una preclampsia”, nos cuenta Pili. En uno de sus controles con el ginecólogo, los médicos encontraron proteína en los exámenes de orina y niveles de presión alta; lo que provocó un adelanto en el parto. “Me aguantaron lo que más pudieron embarazada porque, si tienes más de dos presiones de 160 en un plazo de cuatro horas, se vuelve muy peligroso para la madre”.

Y así fue, entre apuros y complicaciones, llegó Amanda. Nació muy pequeña por ser prematura, no terminó de crecer ni de ganar peso, estuvo también en cuidados intensivos por 17 días, pero llegó a iluminar la vida de esta familia.

Su primera Navidad con Amanda la celebraron en Guayaquil con sus familias.
Su primera Navidad con Amanda la celebraron en Guayaquil con sus familias.

El avión no llegó a Italia

“Nunca nos dijeron que tenía Síndrome de Down, habían rasgos evidentes cuando nació, pero los médicos pensaban que era por la preclampsia, hasta que luego lo comprobamos con un examen genético”, nos cuenta esta madre de 28 años.

“No lo tenías planeado, pero te  das cuenta de que, si bien no fue lo que esperabas, es un lugar muy bonito”.

Tanto Pili como Javier recuerdan que los primeros días fueron difíciles. Al principio sintieron miedo porque se enfrentaban a algo desconocido, pero con el apoyo de su familia y amigos supieron que su bebé crecería como cualquier otra niña. “No sabíamos mucho del tema, teníamos miedo al rechazo de la gente o que no la vayan a aceptar, pero poco a poco nos calmamos porque empezamos a ver que todo tenía solución”.

Desde su regreso a Ecuador, Amanda entró a terapias físicas, de lenguaje y estimulación temprana. Estos tratamientos son necesarios en niños con discapacidad intelectual para corregir algunas posturas con las que nacen. “Se corrigen hábitos, los ayuda a relacionarse y empiezan actuar como los demás niños lo más pronto posible, porque a ellos les cuesta más caminar, levantar la cabeza, pararse”, explica Pili. 

Al preguntarle qué mensaje le daría a mamás con hijos con discapacidad que tengan sus mismas preocupaciones y miedos, nos comparte que “tener un hijo con discapacidad es como planear un viaje a Italia. Investigas, lees folletos y planeas todos los lugares que vas a visitar. Pero, el día del viaje cuando subes al avión y llegas, te dicen: ‘Bienvenido a Holanda’. Te quedas desconcertada porque no lo tenías planeado, pero terminas dándote cuenta de que, si bien no fue lo que tú esperabas, Holanda también es un lugar muy bonito. En esa situación, tienes que aceptar lo que te tocó, darte la oportunidad de conocer Holanda y empaparte del tema (discapacidad de tu hijo) porque cuando conoces los restaurantes y lugares de ese país, te das cuenta que es igual de bueno de lo que querías tener”.

Conmovida, esta mamá asegura que aunque el avión no aterrizó en Italia, ellos descubrieron que no llegaron a un lugar horrible. Pasar la vida pensando que nunca llegaste al destino que esperabas, significa perderse de todo lo especial que tiene Holanda. Por eso, si la vida cambia de rumbo, hay que descubrir esos lugares que también son maravillosos.

 

 

Por: María José Tinoco
Editora
mtinoco@revistavive.com

 

 

 

Compartir: