Compartir:

“Yo lo sé, ellos creen que no los oigo, pero es imposible no oírlos o no verlos molestos, mi papá llega tarde todos los días y llega a jugar con nosotros, porque si se hablan, pelean. No me gusta eso”. Esta fue la confesión que me hizo un paciente de 11 años durante una sesión.

Este tipo de frases las he escuchado en innumerables ocasiones. Cada niño con alguna versión, pero todos con su pena e incomprensión puesta en lo que dice. Es que para ellos es difícil creerles a papá y mamá cuando dicen que están felices, pero no los ven darse besos, ni cogerse la mano, ni estar juntos, es decir, los 3 o 4, disfrutando sin un celular de por medio. Justo ahí empieza la confusión, cuando ese niño cuestiona cómo es eso de ser feliz o decir ser feliz, pero estar con el ceño fruncido siempre.

Ellos interpretan caras, miradas y sienten la proximidad que puede haber entre sus padres.

Los niños entre 3 y 5 años, hijos de papás con problemas de pareja podrían presentar este panorama: pensar que el problema de esos papás son ellos. Ahí hay una explicación muy clara sobre el porqué a esa edad comienzan unos diagnósticos, innecesarios para mí, denominadores de niños que en muchas ocasiones responden a un medio contradictorio o incoherente, con unos papás que se enredan atendiendo al niño por sus “problemas” y desatendiendo los de ellos como pareja adulta. Dependiendo de cómo los papás concienticen sus propios problemas podrán guiar al niño para resolver sus “problemas”.

En muchas ocasiones he visto a los niños crecer en ese lugar del problema de la pareja. Cuando los padres han logrado que el niño esté estable, pero se han dado cuenta que no es conveniente seguir juntos y deciden separarse, luego de varios intentos y de su máximo esfuerzo por mejorar las cosas, entonces los niños recaen en síntomas antiguos y los padres nuevamente se enmarañan. Así pueden pasar años.

Los niños nunca estarán listos para un divorcio, es más si esto pasara los padres deben estar de acuerdo entre ellos sobre qué le van a decir al niño o niña, sobre cómo lo van a preparar, cómo lo van a sostener, porque lo que se termina con un divorcio es la relación de esposos, nunca la de padres, aunque a veces esta parte no quede clara.

Lo que se termina con un divorcio es la relación de esposos, nunca la de padres.

Regresando al tema inicial sobre si los niños saben o no que hay problemas entre sus padres, quiero ser enfática en decirles a los padres que los niños siempre saben que algo pasa o que hay algo que no está bien. Ellos lo perciben por la piel, ese inmenso órgano receptor de sensaciones les permite leer lo que pasa.También interpretan caras y sienten la proximidad que puede haber entre un padre y otro. Lo que pasa hasta los 7 años es que aún no lo descifran porque no tienen las palabras necesarias para hacerlo, porque no saben si está bien o mal, es decir, no tienen una conciencia clara de lo que es familia o no. Lo máximo que podrán hacer es comparar su casa, hogar, familia, con las que le muestran en el cole, la tele o la de sus amigos y entonces ir creando su propia realidad.

Los adultos debemos tener claro que el matrimonio tiene altos y bajos y que vivir en familia debe ser motivo de alegría, de agradecimiento. Si hay problemas, deben ser tomados como momentos de alto aprendizaje, siempre conversados entre la pareja y con un discurso explicativo para los niños. Esto no quiere decir que el niño debe saber todo lo que pasa, pero debe ser considerado un miembro de la casa y si hay periodos de discusiones o de ahorro económico él debe ser comunicado. En el primer caso para que sepa que él no tiene la culpa y que los papás se harán cargo, en el segundo para ayudar a ahorrar y ser parte de la familia. Ellos siempre saben, porque son mucho más sanos que los adultos en cuanto a sentir se refiere.

En la próxima edición seguiremos compartiendo cómo manejar este y otros problemas con los hijos en casa.

 

 

Por Ma. del Carmen Rodrigo
Psicóloga Clínica
mariadelcarmenrodrigoh@gmail.com

 

 

Compartir: