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Los alimentos que comemos, sus proporciones y la forma en que los cocinamos son las bases de una dieta equilibrada, que puede prevenir ciertos tipos de cáncer y mejorar la calidad de vida de los pacientes oncológicos, al combatir los efectos negativos de la obesidad sobre esta patología. 

Lo que comemos no sólo incide sobre la salud del presente, sino también sobre nuestro estado sanitario en el futuro, debido al valor preventivo de los alimentos, que se encuentra en su capacidad para intervenir en los ciclos de estructuración del ADN, de tal manera que elementos como los antioxidantes o las vitaminas permiten reparar daños a nivel celular y evitar modificaciones que deriven en una célula mala.

El 35% de las muertes por cáncer en Estados Unidos podría evitarse con una modificación de la dieta. 

Si bien este vínculo entre obesidad y cáncer no es de causa-efecto, ya que pueden intervenir múltiples factores, una alimentación variada reduce las posibilidades de enfermar.

Alimentos y prevención

Llegar a encontrar una dieta variada, en función de la edad y el consumo calórico de cada persona, permite reducir el riesgo oncológico y afrontar mejor la enfermedad.

En función de la grasa sobrante y el consumo individual de calorías, es posible ajustar alimentos y proporciones para desarrollar una dieta equilibrada que reduzca el peligro de cáncer, debido a que:

  • El consumo habitual de carne roja aumenta el riesgo de cáncer de colón.
  • La grasa de los alimentos está relacionada con el cáncer de mama, colón y próstata.
  • El consumo de alcohol excesivo supone mayores probabilidades de padecer tumores de laringe, páncreas y vías biliares.

Junto a la reducción de alimentos perjudiciales, una dieta adecuada puede incluir nutrientes protectores como la fibra, que previene al organismo contra el cáncer de estómago o mama, y la vitamina D, por su papel protector frente al cáncer de colón.

Los hábitos de vida después del diagnóstico

Junto a estas medidas, en ocasiones, para alcanzar una dieta adecuada a cada persona es necesario evitar ideas arraigadas en los pacientes y sus familias, que relacionan la salud con una alimentación abundante o que abusan de un componente por sus comprobado efectos positivos. 

Además de la salud, la manera de cocinar puede tener en cuenta la saborización, es decir, las alteraciones sufridas por los pacientes en cuanto al sabor y olor de los alimentos, lo que permite elaborar un plato que sepa bien, sin la necesidad de añadir un extra de grasa.

Incorporar orégano y apio a unas lentejas genera un estimulo de sabor que les permite comerlas y evita utilizar chorizo, que les puede parecer demasiado salado.

El secreto al momento de cocinar es el siguiente: cuanto más sencilla es la elaboración culinaria, más sana es la comida.

Vía EFE Salud

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