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Conozcamos el carácter de nuestro hijo para saber cómo educar su personalidad.

 

En algunas asesorías me he topado con padres que dicen: ¿Qué hago con mi hijo?”, a lo que mi respuesta nunca cambia: “¡Educarlo!”  Y considero que el verdadero significado de “educar a los hijos” es formar, no solo en reglas, sino en convicciones basadas en el principio de justicia,  ningún ser humano es igual a otro; por lo tanto, no pueden ni deben ser tratados por igual.

Con esto claro, surge otra interrogante: ¿Cómo educarlo  ? La respuesta es muy  amplia; sin embargo, un lineamiento clave es  conocer a quién educamos, para saber cómo educarlo. El conocimiento del ser humano es infinito, ya que es un ser en constante dinamismo, más aún cuando está en formación y sobre todo en la adolescencia, pero existen unas cuantas ideas para simplificarnos  el proceso.

Es que no me entiende, nunca me escucha, ¡qué trip!, todo exagera, nunca piensa en mí, todo se hace como ella/el quiere”, entre otras muchas expresiones, escucho constantemente entre los adolescentes con los que trabajo a diario, refiriéndose a sus padres o al adulto que le impone autoridad. Todas y cada una de estas expresiones tienen un denominador común: el sentirse incomprendidos.

De allí la importancia de conocer a nuestros hijos, pero  como personas, en todos sus contextos, en todas sus variables, con todos sus matices  y no solo como ese ser que lleva el rol de hijo en mi familia y con el que cumplo satisfaciendo sus necesidades básicas, y a veces no tan básicas. 

 

Cómo surge la personalidad

 

Para conocer a la persona, es necesario partir de lo esencial, su personalidad, y como está aún en formación, es necesario entender  los componentes de dicha personalidad, empezando por la estructura del  carácter, la que podemos resumir en:

1. La emotividad: mayor/emotivo o menor/no emotivo, repercusión emocional.

2. La actividad: mayor/activo o menor/no activo, inclinación de respuesta al estímulo.

3. La resonancia: mayor/primaria o menor/secundaria,  respuesta ante las impresiones. (Santos 2004) 

Es importante anotar que ninguna persona posee rasgos puros, sino una mezcla de dos o más, que no hay caracteres buenos o malos y que lo importante es enfocar a nuestros hijos en sus virtudes, pero reconociendo sus defectos, para así desarrollar personalidades saludables.

Según Santos, al combinar los componentes antes mencionados aparecen ocho tipos caracterológicos:

Los que son dominados por rasgos primarios son cambiantes y volubles, así como los que poseen los rasgos de forma secundaria son estables y metódicos.

Emotivo, activo y primario. COLÉRICO

Busca siempre estar ocupado, seguro de sí, atrevido, impulsivo, muy sociable, poco persistente, poco disciplinado, inmediatista, no sabe afrontar las presiones, poco flexible en lo cognoscitivo.  Debe fortalecer su constancia.

 

Emotivo, activo y secundario. APASIONADO

Estudioso, ordenado, con capacidad de trabajo bajo presión, busca siempre estar ocupado, de gustos amplios, prefiere trabajar solo, posee intereses religiosos, políticos y sociales. Debe aprender a trabajar en equipo.

 

No emotivo, activo y primario. SANGUÍNEO

Poco sensible ante sí mismo y los demás, inmediatista, capaz de distorsionar la realidad para conseguir su objetivo, calculador, optimista, sociable, indagador, flexible, superficial. Necesita fortalecer su empatía.

 

No emotivo, activo y secundario. FLEMÁTICO

Tranquilo, ordenado,  reflexivo, prudente, prefiere trabajar solo, puntual, lento de pensamiento  pero profundo, disciplinado y seguidor de las normas.  Debe aprender a trabajar en equipo.

 

Emotivo, no activo y primario. NERVIOSO

Cambia fácilmente de intereses, suele ser entusiasta con lo novedoso pero es poco persistente, trabaja solo cuando la tarea lo motiva,  es práctico y poco organizado, afectuoso, poco estable en lo emocional pero socialmente hábil. Debe fortalecer su voluntad.

 

Emotivo, no activo y secundario. SENTIMENTAL

Sensible, algo pesimista, disfruta de la soledad, poco sociable, muy reflexivo,  un poco rencoroso, inseguro de sí mismo, lento en su accionar, busca hacer las cosas bien pero es poco persistente ante las dificultades. Debe aprender a ser más positivo.

 

No emotivo, no activo y primario. AMORFO

Perezoso, le gusta pasar inactivo, disfruta comer, influenciable, poco original, despilfarrador, impuntual, difícil de motivarse, social y extrovertido, de pensamiento lento y superficial, desordenado y poco disciplinado. Necesita trabajar en voluntad y esfuerzo.

 

No emotivo, no activo y secundario. APÁTICO

Ensimismado, necio, inactivo, melancólico, prefiere rutinas, poco creativo, difícil de motivar. Necesita desarrollar empatía y voluntad.

 

 

Educación personalizada de nuestros hijos

Así, el primer paso hacia la educación de nuestros hijos es conocerlos y, sobre todo, verlos como personas perfectibles, como un organismo maleable capaz de dar frutos extraordinarios.

Es vital darles lo que necesitan, lo justo, lo que les ayudará a forjarse como seres humanos íntegros.

Conviene no estipular un prototipo de hijo; no se trata del hijo que quiero sino del hijo que tengo; no se trata del hijo que acierta o se equivoca sino del hijo que aprende y hace de ese aprendizaje algo significativo; se trata del hijo que reconoce sus debilidades y las supera para  potenciar sus fortalezas… para lograr esto ese hijo requiere de un padre que lo ame, lo conozca, lo reconozca (en virtudes) y lo eduque.

 

 

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