Compartir:

¿Te has enrojecido cuando te han preguntado cómo se llama el mejor amigo de tu hijo, el estilo de música que le gusta o su asignatura preferida?

Si no has sabido qué responder y solo piensas y te cuestionas: “¿En qué momento me desconecté? ¿En qué momento me convertí en una persona y dejé de ser padre? ¿Qué he hecho entonces en tanto tiempo que he vivido con él?” no es una situación que podría resultar imposible, es más común de lo que te imaginas.

A veces, inconscientemente, nos hemos conformado solo con estar físicamente, olvidándonos de compartir momentos con nuestros hijos. De preguntarles sobre lo que han experimentado durante el día, escuchar sus opiniones sobre diversos hechos, preocuparse respecto de su salud física y emocional. Así también podemos indagar estratégicamente por si vemos alguna conducta diferente, vivenciar la interrelación que tiene con sus pares, ver sus reacciones, para mostrar interés e involucrarse en las cosas que a ellos les motiva y les gusta.

Uno como adulto construye esto con otra mirada. Recordemos que nuestros hijos cumplen etapas de desarrollo propias de acuerdo a su edad y seguramente por la inmadurez de la corteza pre-frontal de su cerebro, no verán razón, sino el ejemplo que sus referentes le puedan dar ante lo afectivo o lo vivencial. Desde pequeños se los forma en unión e involucramiento intrafamiliar, sin necesidad de confundirlo con sobreprotección. No pensemos en que los tiempos han cambiado y que nuestra vida va a girar en torno a otra realidad. Aunque la tecnología ha avanzado o que por situación laboral a veces tenemos menos tiempo de estar con nuestros hijos, la esencia de familia no se debe perder. Tampoco la educación y la formación en valores desde el hogar.

Es posible que conozcas a tu hijo más que nadie. A pesar de que el reto es duro, nunca es tarde. Cuanto más lo conozcas, más se van a comprender, amar, sentir empatía y reciprocidad. Así será más fácil que seas su guía. Para eso tienes que realmente estar y dispuesto con todo tu ser para poder cumplirlo.

Por: Psc. Valeria Zamora

Máster en Terapia Familiar Sistémica

Compartir: