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Podemos conseguir mejores resultados con nuestros hijos con cariño y firmeza, que con gritos y autoritarismo.

 

La relación ideal entre padres e hijos debe ser armoniosa, donde sabemos que podemos decir lo que pensamos y sentimos con libertad y confianza porque existe respeto y comprensión.  Pero, aunque parezca mentira, lograr esto requiere un trabajo que comienza desde que nuestros hijos son pequeños y donde cada situación que se presenta es una oportunidad que debemos aprovechar para formar. 

Ahora bien, el que logremos resultados positivos dependerá mucho de la manera en que trabajemos cada situación, cómo reaccionamos y cómo corregimos.

¿Cómo es tu estilo educativo?

¿Autoritario, permisivo o sabes combinar la autoridad con el cariño, siguiendo el modelo de la disciplina positiva? De acuerdo a la Dra. Jane Nelsen, autora de libros sobre Disciplina Positiva, los padres podemos enseñar a nuestros hijos a desarrollar habilidades que los ayuden a ser personas respetuosas y responsables para llegar a ser miembros activos de la sociedad.

Hay momentos en los que yo quisiera que mi hija Amelie obedeciera a la primera, sin cuestionar y sin tener que darle tantas explicaciones; pero, la verdad es que ella es una niña de 4 años y aún está aprendiendo sobre los límites. A esta edad viven una etapa de curiosidad donde preguntan todo; y aunque quisiéramos que las cosas se dieran de manera más sencilla, lo que nuestros hijos esperan -y lo que debemos darles- son respuestas claras y siempre con la verdad. 

“¡No más televisión! Ya es hora de acostarse”.  “¡No habrá golosinas hasta que hayas comido todo!”  “¡No hay más juego, es hora de bañarse!” Frases como estas las hemos dicho muchas veces a nuestros hijos; pero, en lugar de obtener las respuestas esperadas, nos enfrentamos a malas reacciones, quejas y hasta berrinches; complicando la situación, ya que incluso los padres perdemos la paciencia sintiéndonos luego culpables. 

Lo que esto ocasiona es un deterioro de la relación padres e hijos, cuando más bien lo que debemos conseguir es que por medio del cariño, pero con firmeza, nuestros hijos hagan lo que deben.

El cariño es importante, con el fin de demostrar respeto por nuestro hijo.  La firmeza es importante, con el fin de demostrar respeto por nosotros mismos y por lo que la situación amerita.

Cuando educamos de manera autoritaria, se pierde el cariño y cuando educamos de manera permisiva, perdemos la firmeza.  El cariño y la firmeza son esenciales en una disciplina positiva.


¿Cómo manejar esas situaciones diarias? Las siguientes ideas pueden servir de guía y ayuda:

 

– No perder la paciencia.  Antes que nada, cuando se dan situaciones donde el niño se niega a obedecer, generalmente lo que ocurre es que perdemos la paciencia y levantamos la voz.  Paremos inmediatamente, porque esto lo que causa en el niño es falta de respeto, temor y culpabilidad.

– Demos la oportunidad de decidir. “Es hora de bañarte.  ¿Quieres que te bañe yo, o quieres intentarlo solito?, tú decides”  Es importante decir “tú decides”, porque lo hace sentirse útil y que su opinión importa. Cada vez que sea posible, ofrezcamos opciones.  Cuando brindar opciones ya no sea una posibilidad, simplemente decimos: “Necesito que esta vez cooperes.” “Gracias por hacer lo que la mami te pidió.  Es muy lindo que ayudes”.

– Desarrollemos rutinas y horarios.   Se puede hacer por medio de dibujos, de esta manera el niño ya sabe lo que le toca y podrá ser parte de la decisión. “¿Qué te toca hacer ahora?” Esto da un sentido de responsabilidad y autonomía.

– Dar tiempo.  Esto es algo que funciona muy bien con niños pequeños: decirles cuánto tiempo les queda. “En cinco minutos apagamos la televisión”.  Podemos también utilizar un reloj o poner una alarma, al momento que suena el niño debe cumplir con lo dispuesto.

– Demos alternativas.  Hay momentos en que los niños se ponen necios y no quieren cumplir con lo dispuesto.  Lo mejor es darle alternativas que lo distraigan y que lo lleven a hacer lo que debe. “Vamos a bañarnos.  Ayúdame a elegir qué pijama te vas a poner, la azul o la amarilla”. “Ya tenemos que irnos a la casa.  Ayúdame a buscar las llaves del carro”.

– A veces es bueno actuar más y hablar menos.  Si ya el niño sabe cuál es su rutina, simplemente lo tomamos de la mano y le mostramos lo que debe hacer.

– Usemos el sentido del humor y el juego.  Por medio de sus muñecos o títeres digamos lo que debe hacer: “Bueno es hora de que Lola la Alpaca se vaya a bañar” o “¡Aquí viene el monstruo de las cosquillas a llevarse a Amelie a la cama!”

– Seamos comprensivos.  Cuando reaccionan con un berrinche o llanto, démosle un abrazo y digamos: “Comprendo cómo te sientes, pero es hora de acostarse, mañana seguimos jugando”.

– Mantener la calma.  Esto es lo más importante, ya que es nuestra conducta lo que determina que la situación de desarrolle tranquilamente o termine en una batalla.

 

Ma. Cecilia Sánchez de Martinod
Asesora líder de IMF

 

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