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¿Es mejor trabajar o quedarse en casa con los niños? A esta pregunta habría que agregarle una serie de apéndices cómo: ¿Y mi desarrollo personal? ¿Mis hijos serán normales si no estoy todo el día con ellos? ¿Se criarán bien en una guardería o con una niñera o con la abuela? ¿Nos alcanzará el dinero con un solo sueldo? Y entre éstas, les aseguro que todas tenemos miles de preguntas y dudas al respecto que nos confunden y torturan, en algunos casos.

No está de más sumarle la gran competencia entre las mamás que trabajan y las que no: las comparaciones, las envidias, las auto disculpas de optar por cualquiera de las dos opciones, etc. He estado en más de una reunión con mamás donde las que no trabajan hablan de la maravilla que es no tener que trabajar y lo extraordinarios y felices que son sus hijos, así como las que trabajan argumentan que la profesora les ha dicho lo independientes, seguros y autosuficientes que son sus hijos gracias a que ellas no están todo el día encima. Habría que entrar en sus corazones para ver cuántos de estos puntos realmente se los creen y cuántos son auto justificaciones en voz alta para no sentirse mal de quedarse en la casa o salir a trabajar, dependiendo del caso.

Recuerdo que cuando era soltera, una amiga que se casó diez años antes que yo y tuvo tres hijos, me dijo que ella no trabajaba porque veía lo segura que era su hija comparándola con otras niñas cuyas mamás trabajaban. Y yo me preguntaba: ¿Y qué hay de mí considerando que mi mamá se divorció a los 36 años contra su voluntad, con tres hijos a cuestas y un ex marido que no tomó en serio sus responsabilidades económicas? ¿Seré un desastre? Dime Dios, ¿soy insegura, inestable y estoy destinada al fracaso?

Y de ahí viene mi reflexión de hoy: ¿Trabajar o no trabajar? ¿Realmente TODAS podemos escoger quedarnos en casa? Lo dudo mucho. Y no estoy hablando de las ganas, porque seguramente muchas queremos pasar el día llevando y trayendo a los chicos del colegio, luego irnos al gimnasio, para después almorzar con nuestras amigas una ensaladita light en un restaurante lindo, en la tarde ir con los chicos a todas las clases de música, karate, baile e inglés, luego a la peluquería y en la noche estar listas para la comida en la calle con nuestro esposo. ¿Pero, es ésta una realidad que todas podemos escoger? Por supuesto que no.

Debemos dejar de hablar de las mamás que trabajan como algo raro e inhumano, como si siempre se pudiera elegir. Debemos hablar de las mamás que TENEMOS que trabajar, porque escogimos casarnos y formar una familia con un hombre común y corriente que no se apellida Onassis ni Windsor y tenemos que poner el hombro para salir adelante en el día a día. Y muchas mujeres ni siquiera lo hacen para acceder a un carro del año sino a las cuestiones básicas de la vida, como casa, comida, educación y vestido.

¿Trabajar nos debe condenar a nosotras y a toda nuestra descendencia? Por supuesto que no. Lo que sí es que requiere mucho más esfuerzo y organización de nuestra parte para poder coordinar las actividades de nuestros hijos y sacrificar nuestro propio tiempo libre para dedicárselo a los niños.

Estoy segura también que muchas madres que no trabajan dan calidad de tiempo a sus hijos, así como muchas otras que trabajan le dan todas sus horas libres a estar con sus pequeños. Es tan difícil marcar una línea y definir un patrón de lo que es bueno y lo que no.

Lo importante es dar lo mejor de cada uno y vivir nuestra realidad, sea cual sea, disfrutándola lo mejor posible y aprovechando cada momento para hacer de éstos unos espacios especiales familiares o personales.

Además, no olvidemos que al momento de decidir casarnos o tener hijos, no estamos renunciando a nuestra individualidad y al derecho de seguir creciendo como personas. Y si en esta decisión se inserta el querer trabajar, en buena hora.

No nos sintamos culpables, porque nos hemos convertido en madres para nutrirnos, para ser mejores personas y criar personitas felices; no para vivir un constante infierno de culpas y autocríticas que nos hacen complicado el diario vivir.

Vía: LaFamilia.info

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