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La fase de los berrinches y de los caprichos empieza alrededor de los dos años y nadie se escapa. 

Para salir ganadores ¡hay que ser padres listos! Existen muchas situaciones que son preliminares a un berrinche. Tenemos que conocer las alarmas y anticiparnos para no poner al niño en situación de montar su escena. ¡La prevención es la mejor medicina! 

Algunos consejos:

– Pocos limites pero claros y coherentes con la edad y la madurez del niño. Tienes que tener una idea de cómo puedes dar normas y límites sin caer en el autoritarismo o en el permisivismo. Recuerda que si “amenazas” con hacer algo, tienes que hacerlo. ¡Entonces, piénsalo bien antes!

– No permitas NUNCA que te falte al respeto a ti o a los adultos que se encargan de él. Hay un momento, hacia el año y medio, en que los niños empiezan a pegar, patear o morder. Al principio es como un juego. Muchas veces los padres reaccionan riéndose o no dándole demasiado peso porque piensan que no han hecho daño. Hay que responder enseguida a esa conducta y decirle que no con un tono de voz muy firme parándoles la mano. Nunca hay que reírse o hacerse de la vista gorda. Cuando son más mayores pueden faltar al respeto con las palabras o con el tono de voz. También en ese caso nunca hay que reaccionar como si fuera algo gracioso, sino hacerle entender de manera firme que eso es algo que no se puede tolerar.

– Ten coherencia con tu cónyuge (y familiares y amigos). Ya sabemos que los niños se enteran enseguida cuando hay un desacuerdo entre los padres y tratan de salirse con la suya. Pero también hay que tener mucho cuidado con los familiares o amigos que, en medio de un berrinche y mientras los padres ponen el límite, tratan de excusar al niño. Hay casos en que es conveniente recordar que son los padres los que educan y no se puede quitar la autoridad delante de los hijos. En otros será mejor apartarse con el niño para poder estar a solas.

– No le des antes de que pida. Muchos padres se sienten muy preparados porque responden a las necesidades de los niños antes de que ellos pidan algo. Le dan un juguete aunque el niño está tranquilo porque “se está aburriendo” o le dejan picar todo el tiempo porque “ya tiene hambre” o preparan una cesta de juguetes para el carro incluso si no se trata de un largo trayecto y empiezan a entretenerle mucho antes de que el niño pueda pedirlo.
Eso no es prevención del berrinche, es 
sobre-estimulación. Esa actitud acostumbra al niño a tener cada momento ocupado con algo, a no ser capaz de reconocer sus necesidades y de pedir. Una buena norma es “si hay paz no muevas nada”. Hay que ser listos y seguir una escala progresiva de entretenimiento, que, según la edad, empieza desde “nada” porque el niño está tranquilo, pasa por ejemplo por la simple cuchara y acaba con un juguete más sofisticado o con una canción.

– Los aparatos electrónicos no son para calmar o entretener. Muy a menudo los padres, por comodidad, saltan la escala progresiva de entretenimiento y llegan directo a los dispositivos electrónicos que están en el ápice por el gran atractivo que tienen. Después de eso ¿qué? Ya no hay nada más que funcione para entretenerlos.
Ellos querrán usar los aparatos electrónicos en todas las ocasiones. ¿Y si se les dice que no? ¡Se monta una escena! ¡
Los aparatos electrónicos no son un chupete digital! No hay que usarlos para entretener o calmar a los niños. Le estaríamos dando el mensaje de que ante el aburrimiento, la frustración, la rabia, o una necesidad, es mejor recurrir a un objeto que a una persona. Y no aprenderán a conocer sus sentimientos, a expresarlos y a saber calmarse.

– Deja que se aburra de vez en cuando. Existe un miedo desproporcionado hacia la posibilidad de que el niño se aburra. ¿Por qué? ¿Hemos olvidado que en muchos momentos el aburrimiento ha sido la ocasión de experimentar algo bonito? Para agudizar nuestra creatividad y nuestra capacidad de observación nada mejor que mirar por la ventana cuando se pasea en el carro o en avión en vez de poner una peli o jugar con una tableta, esperar el turno en una cola, esperar sentados en la mesa hasta que llegue el segundo plato, estar callados y sentados durante una conferencia o en Misa… Eso vale también para nosotros.
¿Somos capaces de esperar a alguien o algo sin sacar y chequear nuestro celular? ¿Somos capaces de tener un libro en el bolsillo para cuando tenemos unos minutos “libres”? ¿Nos gusta mirar por la ventanilla de vez en cuando? Los niños nos observan… Experimentar el aburrimiento significa aprender a no tener miedo de estar a solas consigo mismo.
Es un estímulo para conocer lo que nos gusta hacer, para desarrollar la creatividad y la observación, para interesarse por las conversaciones y lo que pasa alrededor. 
Deja que tu hijo tenga momentos no estructurados, sin actividades extraescolares y sin que tu le digas en cada momento lo que tiene que hacer. Deja que tenga tiempo para jugar con los legos, leer un libro, observar las nubes, pelear con sus hermanos y hacer las paces y pelear otra vez y volver a jugar.

– Respeta sus horarios, rutinas, rituales. ¿Has ido alguna vez de viaje y has tenido que cambiar de horas y costumbres? ¿Cómo te has sentido? Bueno, entonces no lo hagas con tu hijo. Por lo menos no a menudo. Cambiar horarios y rutinas es el primer paso para un berrinche.

– No hagas preguntas cuando ya tienes un plan o cuando no hay opciones. Hay una tendencia muy común en el trato de los adultos con los niños. Parece  más “educado” preguntarles todo. “¿Juanito, nos vamos a poner el abrigo que hace frío? ¿Carlitos, vamos a comer? ¿Laurita, me devuelves mi celular por favor? ¿Julia, te pones los pantalones que tenemos que salir?”. Si preguntas se supone que existe la posibilidad de elegir. Pero, si se trata de una ‘orden’ -algo que se tiene que hacer porqué ya has decidido- entonces no le hagas creer al niño que él puede escoger. Mejor dile: “Hace frío y hay que ponerse el abrigo; necesito que me devuelvas mi celular ahora, ponte los pantalones porque tenemos que salir”. Eso no es autoritarismo. Es ser claros y sinceros.

– Evita las explicaciones innecesarias. Otro punto sobre el que los modernos pedagogos insisten es la importancia de la comunicación. Pero no es necesario explicarles tres veces porque los estamos regañando. Explicar las cosas una vez y en forma breve es suficiente. La mayoría de las veces los niños ya saben porqué los estamos regañando ya que el noventa por ciento de las veces es por lo mismo. Además, durante un berrinche, no hay que alimentar el juego del porqué y entrar en una dialéctica filosófica con el niño. Existe todavía el mágico porqué sí, porqué Hay que exhumarlo y darle vida otra vez.

– No intervengas cada vez que hay un enojo. A veces los niños se enojan consigo mismos porque están frustrados por algo que no logran hacer. O se enfadan con los demás (especialmente los hermanos). Hay que captar cuando es adecuado intervenir y cuando no. Muchas veces, mágicamente, las cosas se resuelven por si solas. Es importante que cada uno –tu también- se tome su tiempo para aprender a calmarse y manejar las propias emociones.
 

Vía: protegetucorazon.com 

 

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