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Existen muchos clichés para empezar un artículo sobre familias numerosas, pero esta es una historia muy agradable sobre una pareja sencilla. Es la historia de Roque Morán y María Belén Gortaire, una pareja de quiteños con 11 hijos. Así es, ¡11 hijos!

Al regresar su mirada hacia atrás, estos esposos revelan que, un familiar, el tío Ernesto Iturralde fue la inspiración para formar una gran familia, aunque no pudieron igualarlo, pues él tuvo 12 hijos.

“¿Todos los hijos eran con la misma mujer?”, les preguntaban siempre sus  conocidos.

En sus 43 años de casados la confianza en Dios ha sido la base de su matrimonio y, por eso, se refieren a Él como el mejor planificador familiar. “Siempre que nos enterábamos de la venida de un hijo había una nueva propuesta de trabajo, un aumento de sueldo, una mejora laboral; siempre hubo algo que nos mantenía en el camino correcto”, nos cuentan.

Formar una familia numerosa no fue una idea que apareció de un momento a otro. María Belén y Roque recuerdan que este sueño nació en su época de enamorados, cuando intercambiaban dibujos con una frase que decía ‘Defendamos nuestro amor siempre’, adornada con 22 estrellas que representaban el número de hijos que querían. Y aunque no cumplieron con esta promesa, afirman que cada uno de sus hijos es un milagro.

 

Educarse para ser padres

Hacer florecer las virtudes de los chicos fue su horizonte al momento de educarlos, “porque cada uno es diferente y todos deben tener un espacio dentro de la familia para desenvolverse correctamente”. Pero algo que destacan en esta tarea es que “lo principal no es educar a los hijos, sino al contrario, educarse para ser padres”, señalan ambos.

Para mantener el orden en casa, crearon juntas familiares en la que cada uno escogía voluntariamente su rol en el hogar. Los mayores ayudaban a los pequeños, los del medio lavaban los platos y otros sacaban a pasear al perro. “Estas juntas se mantienen hasta el día de hoy y nuestros hijos las aplican en sus familias con sus hijos; ahí te das cuenta de que aprobaste el examen de ser padre”, señala Roque.

Nunca delegaron, ni evadieron su responsabilidad como padres. Acomodaron su tiempo y juntos criaron a los 11 sin ayuda de empleadas o niñeras. Aprendieron que el mismo colegio no es para todos los hijos y por eso los 11 se educaron en cuatro distintos. Incluso Esteban Xavier,el tercero de sus hijos,no le iba bien en el colegio y al cambiarlo se convirtió en presidente de curso.

Al preguntarles por su hijo favorito, María Belén destaca que en su casa no existe tal nombramiento, porque “Dios me dio un corazón para todos y siempre estoy pendiente de todos, de los que están cerca y de los que están lejos”.

 

Para estos padres no hay un hijo favorito en la familia, todos ocupan un lugar especial en el hogar.
Para estos padres no hay un hijo favorito en la familia, todos ocupan un lugar especial en el hogar.

Ser generosos con Dios

Durante el embarazo de María José, su bebé número 10, María Belén presentó una preclampsia que la llevó a someterse a una cesárea. “Ese fue el momento que interpretamos que hasta ahí llegábamos y que no podríamos completar las 22 estrellitas”, afirma María Belén.

Sin embargo, más adelante durante un control de exámenes médicos recibieron la noticia que ¡estaba esperando un nuevo bebé!: Mateo, el último de los Morán Gortaire. Luego del parto, su médico le sugirió a María Belén ligarse, pues Dios ya había sido muy generoso con ellos, a lo que ella respondió: “Si Dios ha sido generoso con nosotros, ¿por qué no podemos ser generosos con Él?”.

Para muchos este pensamiento resultaba una locura. La presión social siempre fue parte de su vida. Preguntas como: ¿todos los hijos eran con la misma mujer?, ¿a qué religión pertenecen?, o ¿por qué son irresponsables y no se preocupan por la salud de María Belén?, fueron muy comunes a lo largo de estos años.

 

Diversión en familia

En las vacaciones, comenta esta pareja, organizaban campamentos en su casa junto a los vecinos, y enseñaban con los padres de los otros chicos clases de cocina, karate, mecánica; de esa manera no solo compartían entre ellos sino con más familias.

“Si Dios ha sido generoso con nosotros, ¿por qué no podemos ser generosos con Él?”.

Pero visitar la playa también es algo que disfrutaban hacer juntos. “Unas vacaciones salimos para San Clemente a la casa de unos amigos que nos habían prestado, y a nuestro carro le adaptamos un remolque porque nos tocó llevar de todo para los 11”.

Siempre les gustó ver el amanecer durante el viaje, pues la vista era mejor bajando la cordillera desde Quito. Y al llegar a la playa la mayor preocupación era el conteo de cabezas, “siempre estábamos juntos y pendientes de 11 cabecitas”, recuerdan.

Su viaje a Orlando es otra aventura que no olvidan. “Los trámites del pasaporte y las visas fueron muy divertidos. Cuando el cónsul nos vio se asustó porque éramos tantos. Luego de algunas preguntas nos selló la solicitud y sonriendo le dijo a María Belén: buen viaje y muy merecidas vacaciones señora”, afirma Roque.

 Cuando se envejece y los hijos salen de casa, afirma María Belén, se los extraña porque siempre están presentes y cada hijo ocupa un lugar muy especial en el corazón de los padres. “Cada uno es un mundo distinto, fue complicado comprenderlos a todos, pero lo importante es darles un espacio a todos dentro de la familia”, concluyen.

Hijos
-Roque Alejandro: 41 años, ingeniero industrial.
-María Belén: 38 años, doctora. 
-Esteban: 37 años, abogado.
-Juan Francisco: 34 años, ingeniero comercial.
-Ana María: 32 años, educadora de párvulos.
-Juan Pablo: 31 años, publicista y comunicador.
-Santiago: 28 años, psicólogo.
-Gabriel: 25 años, ingeniero. en administracion de empresas y músico.
-Pedro: 24 años, relacionista público.
-María José: 19 años, estudia psicopedagogía.
-Mateo: 18 años, estudia comunicación.

 

Por Arcadio Arosemena

 

 

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