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El consumo de pornografía tiene un importante impacto sobre cómo se concibe el sexo, sobre todo, entre los más jóvenes. ¡Comparte!

Cada vez son más las voces que afirman que la pornografía, bajo cualquiera de sus formas, es algo que simplemente está mal. Algunos tratan de rescatarla planteando la idea de una “pornografía ética”. Es decir, una interacción en la que se exprese con claridad el consentimiento de todos los involucrados y nadie sea sometido a un trato denigrante. Sin embargo, incluso si esto pudiera concretarse, la esencia de la pornografía no cambia: se trata a las personas como objetos de consumo.

Alguien que se involucra en una escena pornográfica no es visto más como una persona, sino sólo como un cuerpo, como un objeto. Además, su valor es medido únicamente en atención al placer que su performance puede despertar en el espectador. En suma, la pornografía, bajo cualquiera de sus formas, siempre será denigrante.

 

 

5 efectos de la pornografía en nuestras vidas

Dicho esto, me gustaría compartir con ustedes 5 efectos dañinos que produce la pornografía en quien la consume. Los títulos han sido tomados del libro The Porn Trap (“La trampa de la pornografía”), de Wendy y Larry Maltz.

Te acostumbra a esperar sexo de inmediato

El primer efecto dañino que produce la pornografía y que puede afectar tremendamente las relaciones de pareja es que habitúa al consumidor a esperar sexo de inmediato. En la pornografía, no hay necesidad de trabajar la relación, no hay necesidad de un juego previo, no hay necesidad de superar obstáculo alguno para acceder al sexo. Tampoco hay consentimiento, ni romance, ni hay que preocuparse de que el otro esté cómodo.

La pornografía busca satisfacer el deseo apenas aparece: lo quiero, lo tengo. Proporciona placer sexual inmediato, eliminando todos los obstáculos que en la vida real podrían demorar su obtención. La pornografía te da lo que quieres en el acto, cosa que no es posible con una persona real. Esto, obviamente, resulta un obstáculo tremendo para entablar relaciones sentimentales más allá de la pantalla.

 

 

En una relación de pareja, se convierte en la amante

En segundo lugar, en una relación de pareja, la pornografía se convierte en la amante. Generalmente, cuando uno ve pornografía estando en una relación, se trata de algo que prefiere ocultar.

La pornografía consume tiempo, energía, y en ocasiones, también dinero; y todas esas son cosas que uno deja de darle a su pareja. Frente a esta situación, la otra persona puede darse cuenta de que algo no anda bien. Entonces, cuando vienen las preguntas, empiezan las mentiras o las respuestas evasivas. Y, si a uno lo confrontan con pruebas, muchas veces aparecen también la negación o la minimización del problema. Es prácticamente el mismo esquema que se produce con una amante.

El problema se da además porque muchas de las imágenes que uno consume quedan grabadas en la memoria, y pueden venir a la mente incluso en un momento de intimidad sexual entre esposos. Esto imposibilita una auténtica conexión: la intimidad deja de ser intimidad, y se vuelve simplemente sexo.

Produce el efecto de una droga

En tercer lugar, la pornografía produce el efecto de una droga. De hecho, eso es lo que es: una droga. Y sus efectos en cuanto droga podrían abordarse desde muchas perspectivas. Por ahora me gustaría centrarme en el hecho de cómo, en el ámbito sexual, la pornografía va generando poco a poco una suerte de acostumbramiento. Esto hace que cada vez se requiera consumirla en una escala mayor —sobre todo, en cuanto a la intensidad de contenidos— para producir excitación sexual.

Esta situación genera que, llegado el momento, alguien que está habituado a ver cierto tipo de pornografía sea incapaz de excitarse frente a la expectativa de una relación sexual “normal”. Digámoslo así: si uno se estimula habitual mente viendo cuerpos exageradamente voluptuosos que, además, son capaces de una performance de alto impacto visual, difícilmente se excitará frente a la contemplación del cuerpo desnudo de su esposa o de su esposo, o con la expectativa de una relación sexual mucho más moderada.

Con la pornografía, siempre quieres más —en cantidad e intensidad—, y el problema es que la pornografía siempre puede proporcionártelo.

 

 

Te sientes en control

En cuarto lugar, la pornografía produce en quien la consume el efecto ilusorio de sentirse completamente en control de la situación. Y, en algo tan primario como el sexo, la sensación de estar en control absoluto es difícil de resistir.

En la pornografía, todos están a tu servicio: tú eliges a quién vas a ver, qué tipo de performance, por cuánto tiempo, con cuántas personas. Puedes poner pausa en medio de una escena, adelantarla, volver a repetirla, o descargar el contenido para verlo más tarde cuantas veces quieras.

En la pornografía, puedes estar con quien quieras. Puedes “poseer” en la pantalla a una persona a quien no te atreverías siquiera a dirigirle la palabra, a quien no te atreverías a mirar a los ojos en la vida real. Nadie está fuera de tu alcance: tú eliges con quien estar, qué hacer, y por cuánto tiempo.

Claramente, esto es una ilusión, pues la persona de la pantalla no es una persona real. Pero es una ilusión muy poderosa, y muchos están dispuestos a quedarse con esa ilusión, ante la imposibilidad de vivir esa situación en la vida real.

Produce el “efecto casino”

En quinto lugar, la pornografía produce en nosotros el efecto adictivo de hacer apuestas en un casino. Me explico. Hay miles de sitios que albergan infinidad de cantidad de material pornográfico en Internet, y no necesariamente todo el contenido es del agrado de uno. De ahí que navegar en Internet tenga un gran parecido con el hecho de apostar en un juego de azar: con cada búsqueda, uno no sabe exactamente qué va a encontrar, pero espera ganar un premio. El premio sería el contenido pornográfico deseado.

Pero, incluso cuando uno encuentra un contenido que es de su agrado, uno sabe que, si busca nuevamente puede encontrar algo mejor. Entonces, sigue apostando —es decir, sigue buscando—. La diferencia con el casino es que, con la pornografía, uno no apuesta —y pierde— dinero, sino un recurso mucho más valioso: su tiempo de vida. El tiempo dedicado a la pornografía son horas, días, meses, o incluso años de vida. Todo ese tiempo, tirado a la basura.

Luchar contra el vicio de la pornografía no es para nada sencillo. Para hacerlo, uno tiene que estar fuertemente motivado, y parte de esa motivación requiere conocer el daño que produce en nosotros esta droga. Espero que este pequeño artículo nos ayude a ser más conscientes de cuánto puede llegar a perjudicarnos.

 

LA PORNOGRAFÍA 6

 

Escrito por: Daniel Torres Cox, vía amafuerte.com

 

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