Cada vez es más difícil lograrlo en una sociedad donde los objetivos fijados para las nuevas generaciones son: tener, poseer y acaparar.
La palabra “responsabilidad” es la simbiosis a esta acepción: “habilidad para responder”. Es decir, si hablamos de la responsabilidad familiar, nos referimos a la habilidad para responder por los deberes familiares.
Como sabemos, el matrimonio y familia son una institución natural y las células fundamentales de la sociedad. Más allá de un contrato civil o, el sacramento de una doctrina en el campo religioso, la familia ha existido, existe y existirá siempre. Al margen de los derechos -hoy tan cacareados-..están los deberes y obligaciones de quienes formamos una familia: esposos, padres, hermanos e hijos, que deberíamos ejercerlos en aras a lograr la armonía, la paz y la sana convivencia de una sociedad que hoy se debate en el relativismo y el hedonismo; desorientada –además- por cierta “legalidad” absurda que, ajustándose a un marco jurídico -irónico resulta-, ¡es contraria a la ética! a la convivencia del sentido común y a las buenas costumbres.
¿Cuánto dedican al diálogo constante con sus hijos, a la escucha y aprendizaje?
“Hogares huérfanos con padres vivos”, frase lapidaria pero incisiva, nos sugiere cómo en la actualidad ambos esposos se desviven trabajando, saliendo muy temprano de sus hogares, regresando muy tarde luego de las tareas laborales, es decir, despidiéndose de sus hijos cuando están dormidos y dándoles las buenas noches cuando ellos ya están en los brazos de Morfeo, tras haber sido atendidos por los abuelos, por una nana o por alguien extraño a la responsabilidad primordial de los padres.
Entonces surgen algunas inquietudes: ¿se trabaja para vivir? o ¿se vive para trabajar? ¿Cuántos de esos matrimonios, de aquellos en los que laboran ambos cónyuges, requieren..indefectiblemente..de más medios económicos? o ¿están compitiendo en esa carrera desenfrenada por un estatus, las apariencias,..la..comodidad extrema y la dádiva materialista a sus niños, que mal pretende reemplazar su perenne ausencia?..¿Cuánto tiempo..dedican aquellos padres al diálogo constante entre ellos, a la conversación con sus hijos, a la escucha y aprendizaje, a la visión de las necesidades –no materiales- sí afectivas y de consejo oportuno para sus vástagos?
En ninguna otra institución se arraiga un bagaje de valores, si no es en la familia.
La familia es la primera escuela de las virtudes humanas. En ninguna otra institución se arraiga un bagaje de valores, si no es en la familia, en el calor del hogar. “Hogares luminosos y alegres”, sin embargo que falte –algo o mucho- de lo material, de la moda, del esnobismo, del maquillaje de imagen; somos testigos, con dolor, de la degradación de las familias, de la pérdida de formación y educación de los hijos desde los primeros responsables que somos los padres. Cada vez es más frecuente -causando dolor- los llamados “hogares disfuncionales”, donde falta papá o mamá, donde los niños tienen, en muchos casos, dos papás o dos mamás, catando -desde pequeños- irregulares situaciones que,más tarde, serán replicadas como herencia fatídica.
Se ha vuelto un lugar común aquello de que “dejemos un mundo mejor a nuestros hijos”, ¿no será mejor que dejemos mejores hijos para el mundo? Tal parece que esto es cada vez más difícil en una sociedad donde los objetivos fijados para las nuevas generaciones son: tener, poseer y acaparar, reemplazando al ser, a ese ser, pero con valores, con afán de servicio a los demás y no para servirse de los demás ¡Es vasta y desafiante la responsabilidad familiar!
Por: Roque Morán
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