Jesse (67), Michael (37) y Hans (9) tres generaciones al que béisbol ha unido como familia.
Jesse Petersen, padre de Michael y abuelo de Hans, se dedicó desde los 13 años al beisbol. La pasión por este deporte se la inculcó a sus hijos Jesse y Michael. Este último, quien desde los 7 años se inició en el juego, ha contagiado también con el bichito del beisbol a su primer hijo Hans. Para estas 3 generaciones este deporte ha sido una parte importante de su integración como familia y sobre esto último nos cuentan un poco.
¿Cómo fueron tus primeros acercamientos con el beisbol?
Jesse: Comencé a jugar cuando Vicente Maldonado Vera fundó la primera Liga Forestal en Guayaquil de beisbol infantil y juvenil. En esa época por el año 62 comenzamos en canchas de tierra en lo que es hoy el Centro Cívico. Cuando ya no pude jugar en las juveniles formaron un equipo de Primera Categoría y ahí estuve un año. Hasta que dejé el equipo para ir a Estados Unidos a estudiar. A los 26 años volví, para jugar un año en Emelec -siendo barcelonista- y quedamos campeones. Finalmente me retiré porque prefería vivir en familia y no estar metido en los campos de beisbol.
¿Cómo involucraste a tu hijo en el deporte?
J: Como fui beisbolista toda mi vida, cuando comenzó la Liga Miraflores metí a mis hijos a jugar. Primero comenzó Jesse, mi hijo mayor, y después entró Michael. En esa época como yo ya no jugaba era parte de la dirigencia, de la comisión de jueces y de la comisión de los ampáyeres.
¿Cómo el beisbol se transformó en algo familiar para ustedes?
J: Siempre fue algo de lo que participábamos todos. A los entrenamientos iban con la madre cuando yo no podía. Yo siempre los acompañaba, respaldándolos, más en la parte de la formación como beisbolista. Cuando uno está jugando mirar a la tribuna y ver a papá o mamá es un gran apoyo. Yo prefería estar en la cancha con mis hijos el fin de semana que amanecerme en una fiesta. Es algo muy bonito porque fue parte de una integración con mis hijos. Ellos eran como mis amigos, estar ahí, si perdían, a veces llorando, es ser un apoyo emocional. En beisbol no hay empate, se gana o se pierde.
«En beisbol no hay empate, se gana o se pierde”
Michael: Ahora que Hans juega, hay partidos a las 8:30 de la mañana por lo hay que estar despiertos los fines de semana desde las 6:00. Yo recuerdo que sábados y domingos tenía partidos en la mañana y mi papá entraba a las 7:00 conmigo a la cancha. Luego hasta que empiece el partido se sentaba en la gradería leyendo el periódico. Él estuvo siempre acompañándonos. Igual mi mami, ahora mi esposa y yo lo hacemos también.
¿Y a ella le gusta el beisbol?
M: De hecho sí, ella me iba a ver cuando éramos enamorados. El primo de ella jugaba beisbol y cuando iba a verlo aprovechaba para chequearme –riendo-, todo es familiar.
Michael, ¿cómo fue tener un papá que estaba tan involucrado con el deporte? ¿No te sentías atraído a otros deportes?
M: Hice natación hasta los 11 años, pero al momento de escoger uno -porque sino ya no había vida en la tarde- escogí el beisbol. Para mí este siempre fue el deporte principal y hasta fui seleccionado del Ecuador. También tenía vocación de dirigente. En la época colegial, yo fui a hablar con el rector y el gerente de mi colegio para sacar un equipo y participar del intercolegial de beisbol. Completé un equipo y teníamos un entrenador que nos organizaba. Así quedamos vice campeones dos veces. Desde ahí me quedó el bichito gerencial.
Ahora con tu hijo Hans, ¿cómo es la dinámica con el beisbol?
M: Él está jugando beisbol desde los 6 años. Ya lleva 3 años jugando, como ya sabía que el Colegio Torremar tenía beisbol lo inscribí y empezó como extracurricular. Aquí, después del primer año me invitaron para formar parte de la dirigencia, probablemente luego de todas las críticas constructivas que les hice -riéndose-.
¿Cómo asumes el “reto gerencial” al estar involucrado en el equipo de Hans?
M: Me involucré tanto que hasta les cambié los colores del uniforme. Tengo un grupo de Whatsapp donde hablo con los entrenadores todos los días. No voy a todos los entrenamientos, pero sí al menos una vez a la semana. Siempre he tratado de apoyar a los entrenadores, me meto más en la parte competitiva: en qué torneos compiten, el tipo de entrenamiento, porque como es un deporte distinto, no todo el mundo lo conoce.
J: Y yo soy el asesor que está en el exterior. Muchas veces me manda videos de Hans y yo le hago observaciones.
Entre risas Hans también cuenta que disfruta mucho del beisbol porque se divierte, y recuerda la vez que viajó con su papá a Perú. En donde, además de acompañar al equipo, este los dirigió. Lo que fue todo un reto para ambos. Además, la impresión que se llevó Jesse, quien a sus 17 años fue a un pentagonal en Lima como seleccionado del Ecuador. “El pararse en un estadio, con el uniforme de Ecuador, oyendo el Himno Nacional es algo que recordaré toda la vida”.
Si compartir momentos en familia refuerza el vínculo entre ellos, el involucrarse al hacer deporte podría funcionar mucho mejor. El que los padres apoyen a sus hijos y se den el tiempo cuando ellos practican un deporte, por más difícil que sea, es una gran compensación a largo plazo. Y si no te gusta tanto el deporte puede ser una oportunidad para ser un apoyo emocional para los más pequeños. A partir de este no solo se puede crear disciplina, sino que también crear un equipo más llamado familia.
Carol Arosemena
Lcda. en Comunicación y Literatura
Mg. en Comunicación y Educación