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Y es que el "dar la otra mejilla" cristiano nada tiene que ver con una actitud cobarde o sumisa; todo lo contrario, amar cuando nos ofenden es el acto más revolucionario que existe.

“El sandwich de Mariana” no es otro típico video sobre bullying infantil; es decir, centrados en el drama del agredido, condenando al agresor, y proponiendo soluciones – con mucha frecuencia – centradas en la responsabilidad de los padres, autoridades y adultos en general. El corto mexicano ofrece una mirada diferente de este fenómeno y, desde mi punto de vista, abre una puerta poco explorada y muy interesante para hacerle frente.

Elementos apostólicos:

1. El bulismo no es gratis, no aparece repentinamente a modo de inquilino inesperado. El bulismo llega porque poco a poco se lo ha ido cultivando en la propia vida. El odio engendra odio y el amor fructifica en amor. No es un misterio. Quien desprecia a los demás hasta el punto del maltrato físico probablemente ha vivido lo mismo en su vida o lo ha tenido muy presente en su entorno. La gran riqueza de este corto es que nos permite comprender que el bully es, a su vez, una víctima a la cual no debemos olvidar ni satanizar, sino alguien que debe ser visto con misericordia y tomado muy en cuenta cuando de sanar heridas se trate.

Mientras el odio es reducción en la mirada el amor es su amplitud. El amor lo abarca todo porque no se puede amar “a pedazos”

2. El odio es una enfermedad contagiosa. No se queda en uno mismo sino que se expande en nuestras relaciones personales. Quien se siente despreciado y maltratado por su condición, raza, situación x, y o z, a su vez buscará una falsa seguridad afirmándose en el desprecio tanto de sus ofensores como de quienes sufren condiciones iguales o peores que él. El odio sufrido o percibido es infelizmente pedagógico, a fuerza de insistir enseña un modo reductivo de aproximarse a las personas; ¿no es más fácil odiar cuando lo único que se ve en el otro es un defecto, un color, una raza o una religión? Obviamente sí. Por otro lado, mientras el odio es reducción en la mirada el amor es su amplitud. El amor lo abarca todo porque no se puede amar “a pedazos”, no se ama “algo” en alguien sino a alguien, a una persona concreta, con virtudes, defectos, colores y opiniones. En este sentido el amor posee una dimensión – felizmente – pedagógica inversamente proporcional a la del odio. Haber comprendido esto me parece la gran riqueza de este corto.

3. Venzamos el mal con el bien. Ni olvido, ni autocontrol, ni yoga. El mal se sana con el bien y el odio con el amor. La reducción que genera el odio en el ser humano puede ser sanado desde la amplitud que produce el amor en nuestras relaciones. En el corto, cuando mariana se acerca a Isabel para compartir ese sandwich hay muchas cosas implícitas: por un lado la niña permite que la agresora la vea con una mirada más amplia y ya no sólo como “¡esa X, Y o Z!”; pero por otro lado, y más importante, el gesto amoroso permite que Isabel entienda que ella es mucho más que sus defectos, su odio o su pésima auto-imagen. La pregunta: “¿Qué ha visto en mí para hacer esto?” resonará con mucha fuerza en su corazón y, si Dios quiere, echará luz sobre su verdadera identidad.

4. Nietzsche repudiaba a los cristianos porque los consideraba una raza servil y sumisa; hombres resentidos con la sociedad que se esforzaban por impedir la realización de los demás a través de una ética de la privación y la falsa humildad. Amar a los enemigos, dar la otra mejilla o cargar la propia cruz no eran más que distintas maneras de decir lo mismo: cobardía, expresiones propias de seres que no tienen el coraje de realizar el cambio del mundo. El buen Nietzsche, genial en muchas cosas, aquí erró gravemente. Y es que el “dar la otra mejilla” cristiano nada tiene que ver con una actitud cobarde o sumisa; todo lo contrario, amar cuando nos ofenden es el acto revolucionario por excelencia. Responder con odio ante el odio es fácil, basta dejarse llevar por las propias pasiones; pero responder con caridad cuando se recibe un mal es un acto de profunda libertad para el cual se necesita un corazón lleno de coraje. Poner en primer lugar el bien y la salvación del enemigo no tiene nada de sumiso; es más, podría pasar como una provocación ya que quien ama en estas condiciones demuestra que no teme, que las amenazas no han producido ningún efecto sobre él y que su seguridad está colocada en un lugar al cual el ofensor no puede acceder. Cuando Cristo nos invitó a dar la otra mejilla, a cargar nuestra cruz o a amar a nuestros enemigos nunca nos invito a dejarnos doblegar ni a someternos; todo lo contrario, nos instó a ponernos de pie con valentía, a no temer (porque Él ha vencido al mundo) y a derrotar el odio con el único remedio capaz de detenerlo: irlo a buscar, verlo cara a cara con tranquilidad, y regalarle un sandwich con ternura.

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Por Mauricio Artieda
Director de Catholic Link

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