“Mi hijo no me hace caso. Grita cuando le decimos que no o cuando le impedimos algo. Me hace rabietas”. Son algunas de las frases que escuchamos de los padres.
No existen padres que se enorgullezcan por los berrinches o rabietas de sus hijos y peor cuando han sido en público. En esos momentos, para demostrarle a nuestros hijos que no obtendrán, ni ganarán nada con aquella actitud, una de las mejores respuestas es mantener la calma.
Puede sonar contradictorio y absurdo, pero los enojos, desobediencias, arrebatos o berrinches son de alguna forma una expresión positiva de una personalidad en formación. Tal como se lee: “personalidad en formación”. Es por ello que los padres están a tiempo de corregirlo. Si se llega a controlar no se volverá un instrumento de dominio de los niños para lograr todo lo que se proponen.
¿Qué significan las rabietas?
Las rabietas o berrinches, son unos de los recursos que utilizan los niños entre dos y cuatro años para expresar su frustración ante distintas situaciones. Las razones pueden variar, ya sea porque algo no les resulta como esperaban, porque se les niega hacer algo que quieren, porque están cansados o no se responde a todas sus demandas tal y como solicitan.
Como padres la labor es saber encaminar al niño y corregirlo. Enseñarles que su actitud es negativa y que no es la forma apropiada de expresar sus emociones. La finalidad es que los niños entiendan y comprendan que los berrinches no los llevará a conseguir nada. De esta manera, lo primero que deben hacer los padres es no ceder. Esto quiere decir, no declinar y no darle lo que pide el niño para que su estrategia no funcione y sepa que la próxima ocasión que la utilice sucederá lo mismo.
¿Cómo evitar los berrinches?
Lo más importante es no ceder ante los enojos de los hijos, tal y como mencionábamos. Mantenerse firme para demostrar que no conseguirán lo que se proponen. Al mismo tiempo no responder con una actitud similar a la del niño. Debemos manifestarles que no estamos de acuerdo con su forma de actuar de manera pacífica.
El poder de las palabras es fundamental. Tratar de que un niño entre en razón en medio de un arrebato es casi una misión imposible. Es muy probable que no escuche nada de lo que le digan. No obstante, una vez que termine el berrinche, se debe hablar con el pequeño sobre lo sucedido y enseñarle que las cosas se pueden remediar por vías diferentes al pataleo. Si la próxima vez el niño opta por el diálogo en lugar de la rabieta, es fundamental felicitarle por ello.
Establecer normas claras de comportamiento también evitará futuros berrinches. Los niños serán conscientes que los padres no permitirán sus pataleos y que no obtendrán lo que buscan.
Por: Redacción Vive!