La enfermedad de Alzheimer es un “desorden progresivo, degenerativo e irreversible del cerebro que causa la debilitación, la desorientación y una eventual muerte intelectual.
Aunque cada día se sabe más sobre el Alzheimer, todavía se desconoce la causa exacta de la misma y no se dispone de un tratamiento eficaz. El Alzheimer toca a las puertas de los ricos como a las chozas de los pobres. No tiene tarjeta de visita ni preferencias.
Nueve claves para su buen manejo
Las enfermedades que afectan la salud mental suelen ser difíciles, además de tristes, y el Alzheimer no es la excepción. El Alzheimer no sólo afecta al paciente sino a todo el entorno familiar y demás allegados. Es necesario tener en cuenta las siguientes recomendaciones para comprender y aceptar la enfermedad y así lograr adaptarse a ella de la mejor forma posible:
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Investigar detenidamente la enfermedad
Es muy importante que la familia y las personas cercanas al paciente tengan un buen conocimiento de la enfermedad. Asimismo, la familia debe entrenarse e informarse a cerca de los cuidados que requiere el enfermo, aprender estrategias de resolución de problemas y toma de decisiones.
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Es una enfermedad
Tener presente en todo momento que los enfermos de Alzheimer presentan cambios de comportamiento que no son resultado de la voluntad sino de la enfermedad. Por consiguiente es aconsejable no culpar al enfermo de dichas conductas, ni llevarle la contraria; hay que entender que su ubicación temporal y espacial es diferente a la nuestra.
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Un “toque” de buen humor
El enfermo de Alzheimer dependiendo del nivel en que se encuentre, irá teniendo acciones un poco extrañas que al principio pueden causar un gran dolor y desesperación en sus familiares. Sin embargo, hay que tratar de mirar estas situaciones desde la óptica del buen humor, lo que es totalmente diferente a la burla.
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Se debe crear un ambiente agradable
Un ambiente de afecto, donde la persona encuentre toda la comprensión, apoyo posible y un trato amoroso. Es aconsejable llamar a la persona por su nombre, procurar mantener la mirada cuando se le está hablando, sonreírle, hablarle como a un adulto e intentar hacerlo un poco más despacio de lo habitual.
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Intentar cumplir diariamente unos horarios
Horario para levantarse, comidas, aseo, paseos, etc. De esta forma se puede controlar la posible desorientación que habitualmente se da en estas personas. Tampoco es bueno cambiarlos continuamente de lugar, pues suelen desubicarse confundiendo los sitios con facilidad.
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El afecto es fundamental
Aunque en la mayoría de casos no recuerden las caras de las personas y confundan unas con otras, el tacto, las caricias, las manifestaciones de afecto; sí las reconocen.
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Tomar precauciones en la casa
Cuando la enfermedad esté más avanzada se tendrán que hacer algunas adecuaciones en el hogar para evitar accidentes. Por ejemplo dejar la puerta trancada, cerrar la llave del gas, guardar los artículos corto punzantes, etc. Todo esto debido a que su pérdida de memoria les impide ser conscientes de lo que están haciendo en un momento determinado y causar así un incidente. Además, el Alzheimer afecta la parte motriz, lo que hace peligroso la manipulación de algunos objetos.
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Apoyo para la familia
Se debe buscar toda la ayuda posible, como acudir a un médico geriatra. Estar en contacto con otras familias que tengan la misma problemática y compartir situaciones semejantes, consultar en las asociaciones de enfermos de Alzheimer, etc.
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Atender al cuidador
Los más afligidos suelen ser los cuidadores –las personas que pasan el mayor tiempo con el paciente y se dedican a sus cuidados diarios– a quienes se les debe prestar igual o más atención que al mismo enfermo. En especial cuando esas personas hacen parte del grupo familiar.
El paciente, ante la pérdida de autonomía, se apoya en sus hijos, cónyuges o seres muy cercanos como soportes esenciales. Es por ello, que el entorno familiar es fundamental, el trato cariñoso y la calidad de tiempo que se le dedique al enfermo. Es una situación difícil para la familia y por ello deben trabajar su paciencia, capacidad de servicio y fortaleza espiritual, para darle todo el amor que el paciente requiere.
Vía: LaFamilia.info