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El duelo es un proceso que tiene varias etapas de ajuste emocional, que se deben vivir sin evadirlas.

 

Un proceso de duelo es: “el reencuentro, reubicación personal y reorganización paulatina, lógica y metódica de nuevas rutinas de vida”; es el reencuentro amoroso y paciente de nuevas motivaciones y razones para seguir adelante con la vida. El duelo es entender y vivenciar una etapa dolorosa que debemos cruzar, superar, vencer y asimilar. 

Podemos convertir nuestro duelo en una manifestación de amor y en un homenaje que dignifique la memoria del ser querido que se nos ha adelantado.

Es prudente y recomendable iniciar con responsabilidad nuestro proceso de duelo; no negarse, no evadirse; esconderse o disfrazarse de valor, esto solo hará que mañana las consecuencias de un duelo reprimido sean más graves, más dañinas, más nocivas y más dolorosas. 


Las etapas del duelo

El duelo es un proceso de ajuste emocional, en donde diversas emociones compiten entre sí. El proceso incluye etapas diferentes que no se presentan de un modo ordenado. Pueden mezclarse entre sí, pero lo que debemos saber es que para completar el proceso de curación hay que experimentarlas todas.

Estas son las etapas:

  • Impacto: Es la primera reacción, una sensación de paralización, desorientación e incredulidad. La vida se estanca y la atención se concentra en la pérdida sentimental.
  • Negación: Hay personas que se quedan en esta etapa durante años, con la esperanza de que vuelva la persona que se fue.
  • Pena y depresión: Sentimiento de vacío, como si faltara una parte de uno mismo. Es importante permitirse vivir la experiencia de la tristeza sin acudir a atajos como la actividad frenética, drogas y alcohol o promiscuidad sexual. En estas circunstancias es aconsejable hablar con un profesional o con amigos sobre lo que se está sintiendo.
  • Culpa: Se suele razonar sobre lo que podría haber sido hecho de otra forma. Si algo tiene de positiva la culpa, es que ayuda a hacer cambios en el futuro.
  • Rabia: Es una fuerte emoción que nace de sentirse herido, aunque no haya nadie a quién culpar. Es importante saber discernir si la rabia es saludable o destructiva.
  • Resignación: El adiós, es la transición más difícil del proceso de duelo.
  • Reconstrucción: En este punto hay más días alegres que tristes y se empieza a reconstruir activamente la vida. La persona vuelve a centrar la atención en sí misma y sus propias necesidades. Esta etapa es como aprender a caminar otra vez después de haberse roto una pierna.

 
Sobrellevar un duelo es un proceso que requiere de tiempo y, sobre todo, mucha intención de salir adelante. Si bien no existe una fórmula perfecta para enfrentarlo, lo cierto es que nos ayuda a conectarnos con nuestro interior -quizás como nunca antes-, invitándonos a sumergirnos en esa experiencia para así poder resurgir con una nueva fortaleza, tal vez inimaginable, desde lo más profundo de nosotros mismos.

 

 

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